La negativa por parte de los dueños del equipo Junior de no aceptar que el recién formado elenco de la Universidad Autónoma compita en su casa, es una muestra palpable de lo peligroso que es el poder absoluto ejercido por una sola familia.
En este caso, los Char son dueños de muchas cosas que le atañen a la ciudad. A través del tiempo han sabido fortalecer su caudal político, lo que les ha permitido tener senadores, gobernadores y alcaldes.
Con el ánimo de consumar ese baño de popularidad, son también dueños del fenómeno de masas más inexplicable del mundo llamado Junior.
Desde esa vitrina, han subido al cielo y bajado al infierno. Son dueños también de otros deportes, aunque venidos a menos, gozan de popularidad, como es la divisa de los Caimanes representados en el béisbol y baloncesto respectivamente.
Uno de sus hijos está sentado en el trono de la Federación Colombiana de Béisbol, lugar este destinado sólo para los cartageneros.
Ante este poderío absoluto e inigualable, me parece que los barranquilleros debemos preguntarnos: ¿Es acaso censurable que esta acaudalada familia a través de su poderío económico y político se haya convertido en la solución para el desamparo deportivo de la ciudad?
Personalmente, pienso que no. Ante la ausencia de líderes con sentido de pertenencia, ellos han sabido invertir en ese capital intangible, pero tan importante y necesario para la comunidad.
Con pleno conocimiento de causa, sé lo que Farid Char hizo por el baloncesto profesional. El día que decidió retirarse por causas ajenas a su voluntad, este deporte se murió. En esta ciudad, ellos son sinónimo de patrocinio.
Duele decirlo, pero es la verdad, esta parroquia está huérfana desde hace rato, de empresas que canalicen un plan de acción en beneficio del deporte asociado, como lo hacen en otras ciudades entidades privadas y oficiales.
Esta es una de las razones, de ese poder que esta familia ejerce en algunas cosas que le atañen a la ciudad. Lo peligroso es que ese poderío absoluto, está expuesto al autoritarismo que tanto daño hace, como en el caso inexplicable de la Universidad Autónoma, que tuvo que recoger sus corotos, para irse con su fiesta para otro lado.
Triste episodio para una institución educativa que estimula y reconoce en la práctica deportiva, valores necesarios para la formación integral del individuo. El fútbol con esperanza, esta relacionado con el aspecto formativo alcanzado en las aulas del saber. La misma Fifa sueña con un mundo mejor, de la mano del fútbol y la universidad.
José Deyongh Salzedo