Compartir:

El poder económico y organizacional de la UEFA mueve sus hilos muchos meses antes del partido y utiliza la experiencia de décadas para lograr el objetivo de unir a decenas de miles de hinchas de dos equipos rivales en una misma ciudad bajo un ambiente de fiesta, fútbol, tolerancia y meticulosa planeación. Desde el momento en que Neymar en el minuto 93 casi liquidaba la serie para el Barcelona (sacándose la espina con el Bayern), el club iniciaba las gestiones para organizar el traslado de más de 40 mil hinchas desde Barcelona a Berlín.

Como clásicamente acostumbra el equipo catalán, se inició un proceso rápido, organizado y justo para que los socios pudieran viajar a la Final. De los más de 140.000 socios que tiene el club según el último censo, se permitía a cada uno la petición de una boleta. Este año le tocaban al equipo 19.550 entradas, de ellas el 15% se las quedaba el club para las familias de los jugadores, junta directiva y compromisos con patrocinadores, y el resto se rifaban 13.294 para los socios y 3.323 para las peñas (barras) oficiales. En total de los 80.000 socios que pidieron boletas, el 83% tenía que resignarse a ver el partido por TV.

La rifa se hace en vivo por el Barca TV y todos los socios pueden verificar la transparencia del proceso. En este año los afortunados fueron los que pidieron a partir del número 20.704 e inmediatamente se envió un e-mail de confirmación donde se especificaba el día y la hora en que podían ir a escoger la silla y el precio de la boleta.

Así parezca increíble, la mayoría de las entradas disponibles costaban entre 70 y 160 euros (no me imagino la cara de los que pagaron entre 5.000 y 9.000 euros en el clímax de la reventa). La organización era tanta que en la fila se ofrecían bebidas gratis y sombrillas para que los socios mayores no pasaran sed ni excesivo calor.

El club ya había anticipado el 'overbooking' y contrató más de 40 vuelos chárter y varios buses para ofrecer a sus socios un traslado ajustado a sus intereses. Más de personas 500 decidieron hacer el faraónico viaje durante 26 horas desde Barcelona hasta Berlín por carretera, mientras que unos 5.000 socios utilizaron los servicios de transporte aéreo y hotel ofrecidos por el club.

El resto decidimos la vía más aventurera y económica: viajar a ciudades a menos de 6 horas en Alemania (Dresden, Leipzig o Hannover), Polonia o República Checa (nuestra elección) y después manejar venciendo el sueño. Para dormir, la mejor y más barata opción es reservar un hostal meses antes de saber si el equipo pasaba a la final.

Después del estrés y la angustia que genera el sorteo y la planeación del viaje, llegó el día 0. Llegar a Berlín y ver las calles ya es un presagio del espectáculo inimaginable que se ofrecerá durante el fin de semana. La ciudad con su belleza típica y amabilidad de sus personas, se mezcla con la mística que sólo puede tener una ciudad con parte de la historia de la humanidad bajo sus pies.

Cada persona con boleta tenía un libro informativo donde se resumían los lugares turísticos recomendados para una visita exprés y se informaba de los distintos beneficios de ir a la final: entrada libre a todo el transporte masivo de la ciudad durante el fin de semana, entrada a museos y descuentos en restaurantes.

La UEFA y la alcaldía de la ciudad decidieron utilizar tres puntos históricos para reunir a los fans: 1-Fan zone para los hinchas de la Juventus en la imponente Alexanderplatz. 2-Fan zone para los hinchas del Barcelona en la plaza de las hermosas ruinas de la Iglesia Kaiser-Wilhem. 3-La histórica Puerta de Brandeburgo, estratégicamente situada entre ambas fan zones, se organizaba la 'Feria Champions'.

Esta feria era un tributo a la fiesta del fútbol, donde se mezclaban los hinchas de ambos equipos antes de ir a sus respectivas zonas para festejar a ritmo de cerveza, currywurst con sauerkraut (plato típico de Berlín), música en vivo y decenas de actividades.

Luego de convivir en paz ambas aficiones, cada una se trasladaba a su punto de partida donde darían rienda suelta a todo lo que hace un hincha en una final: cantar, saltar, tomar cerveza y anticipar un resultado.

Desde cada fan zone y en líneas de metro distintas, los 88.000 afortunados hinchas de cada equipo, se trasladarían al espectacular estadio Olímpico de Berlín. Él, imponente por su belleza e historia, acogería la magia del mejor fútbol del mundo.

Una ceremonia impecable y un ambiente inmejorable serían el preámbulo de un partido atípico de finales con buen fútbol, pocas faltas y una Juventus jugando al mismo nivel que el favorito en el papel.

Con un gol tempranero muchos pensaron que sería un trámite, pero con el gol de Morata se desató un mar de nervios y de fútbol de ataque que culminó con un pletórico 1-3 que doctoró a Messi como el mejor del mundo y coronó al Barca como el único equipo de la historia con dos tripletes. Sencillamente histórico.

La final de Champions es mucho más que fútbol, es el resumen de lo que todo barranquillero de verdad le exige a su ciudad y a su amado Junior: organización, tolerancia, seguridad, fiesta y, definitivamente, buen fútbol.