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Antes de Falcao García, otros tigres rugieron en el deporte colombiano. Abel El Tigre Leal, hace 40 años, disparó el jonrón más recordado en la historia del béisbol aficionado, en aquellas encarnizadas batallas deportivas entre Bolívar y Atlántico, él tiene un lugar especial. Conectó el cuadrangular que empató el juego en la parte baja de la undécima entrada del juego final entre ambos equipos, a falta de un strike.

Hubo muertos por infarto, llovió plata, literalmente, desde las tribunas; y se saldaron deudas en dinero gracias a ese jonrón que pegó en Santa Marta y que el eco de esa euforia que generó, se escuchó hasta en Panamá.

Hoy, con 72 años de edad a cuestas, Abel Leal luce tan erguido y con paso lento, como cuando caminaba del dugout a la caja de bateo. En ese andar chicanero, uno de los peloteros más recordados de las selecciones Bolívar y Colombia de la época, fue protagonista de uno de los episodios más recordados de la pelota caliente nacional.

EL HERALDO lo visitó en su acostumbrado hábitat: un estadio de béisbol. El parque Mono Judas Araújo le sirve de oficina; sentado en un taburete que le deja las piernas por encima del nivel de la cintura, en el mismo cuarto donde cuida los materiales para construcción con los que se remodela el escenario deportivo, evoca con colores en su descripción, aquel momento que perdura en el viejo papel periódico de la época que ya luce amarillo. Su relato embarga y transmite la emoción que se vivió en aquel septiembre del 1972, pletórico en triunfos olímpicos para el país y un mes antes de que Pambelé se coronara monarca mundial de boxeo.

Se jugaba la final del Campeonato de Béisbol Aficionado en el estadio Rafael Hernández Pardo de la capital del Magdalena. Hubo sobrecupo en las tribunas ante la magnitud de la expectativa. Se jugaron 12 entradas a todo vapor, “con mucha emoción y dramatismo”, describió el cronista y profesor universitario Raúl Porto, quien cursaba la carrera de ingeniería química en Ciudad de Panamá, y quien siguió el juego en una radio de onda corta. “Fue un partido como pocas veces se había visto entre estas dos potencias beisboleras”, comentó Porto.

Atlántico le colgó tres ceros al hilo a la poderosa ofensiva bolivarense, con su lanzador Arthur Forbes, quien terminó lanzando seis entradas y cediendo las dos primeras rayitas. Un cuadrangular de Luis Bartolo Gaviria, en el cuarto, y un sencillo de Humberto Bayuelo, trajo al plato a Tomás Moreno, para el 2-0 en favor de Bolívar.

En el séptimo capítulo, Atlántico, por Rafael Peña, pegó un triple que remolcó hasta el plato a César Salinas, para 1-2. En la parte alta de la novena, con el desenlace a las puertas, los atlanticenses se le midieron a los lanzamientos del relevista cartagenero Erasmo Marimón, para sacar los que serían los tres últimos outs. Sin embargo, de nuevo Salinas chocó la bola y se embasó; Manuel Ibarra conectó a los jardines y hubo jugada cerrada en el plato: Salinas fue sacado por el receptor bolivarense.

Con Ibarra en la tercera, con una rayita por debajo y un out en la pizarra, la tensión estaba en el punto de ebullición. Peña volvió a sacudir el bate y trajo el empate a dos. En la undécima entrada, Atlántico se montó en el partido con la tercera carrera anotada en los pies de Julio Peñalosa, gracias al hit impulsador de Manuel Ibarra, quien se bañaba de heroísmo en ese momento. El drama volvió. Faltaban tres outs y Atlántico era campeón nacional a costas de su añejo rival. La tensión puso a prueba la salud cardíaca de los presentes y de quienes se dejaban encantar por las voces de Édgar Perea y Napoléon Perea.

“Fueron momentos únicos en la rica historia de nuestra pelota. Los barranquilleros escuchaban al Negro Perea y a Marcos Pérez Caicedo. Los cartageneros nos íbamos con Napoléon (Perea), quien tenía a Melanio (Porto) como comentarista. Apenas comenzaba en esto (Luis Alberto) Payares Villa. Recuerdo que escuché al Campeón decir que prepararan el Carnaval en Barranquilla que llegaban con el título desde Santa Marta. Hubo mucho de fantasía en el relato de los hechos después, pero sí hubo mucha euforia”, recordó el periodista de Caracol Radio, Fredy Jinete, quien para 1972 tenía 15 años de edad.

El momento cumbre llegó. Abel Leal al bate; parte baja de la undécima. El Tigre estaba en cero en ese juego; silenciado por los brazos de los patirrojos.

“Cuando la conecté supe que era jonrón”

Después de 40 años, ¿sigue fresco en su memoria aquel momento?
Mucho. Esa historia no me canso de recordarla. Ya estaban dos outs colgados en la pizarra. El Loco Ruiz (mánager de Bolívar) me mandó a batear. Yo estaba silenciado, no había bateado nada esa tarde. El lanzador de Atlántico era el turbaquero Ascensión Díaz, tremendo lanzador, a quien le echaron la culpa porque era bolivarense. Choqué la bola tres veces en foul y en la cuenta de dos y dos, a Ascensión Díaz se le quedó una curva alta. Recuerdo que el Loco (entrenador cubano) me había dicho que como diera el palo para empatar, nos perdonaría la deuda por la plata de los viáticos a todos los peloteros. El jonrón lo di con un bate Ludvig 125 que trajo (Orlando) El Ñato Ramírez desde los Estados Unidos.

Bueno, usted no había conectado un solo hit esa tarde, ¿con qué pensamiento llegó a la caja de bateo?
Mire una cosa, en ese partido el Loco Ruiz había cambiado el line up y me puso de tercero, cuando regularmente era el cuarto. Sin querer presumir de nada, cuando tomé el bate me dije ¡ah!, vamos a empatar esta vaina, pero por decir algo; como para tratar de llegar con algo de moral al plato. Si hubiese estado de cuarto no bateaba esa tarde.

¿Cómo fue ese duelo con Ascensión Díaz?
Fue una verdadera batalla campal. Él lanzaba, yo daba fouls. Hasta que se le quedó una curva alta. Cuando sonó el contacto del bate con la bola, supe que era jonrón. La pelota traspasó la pared del estadio de Santa Marta, hubo una emoción bárbara. La gente se metió al campo y me dieron abrazos y hasta plata.

¿Cuánto recogió en dinero?
Como unos 900 pesos, que era un poco de plata para ese tiempo. Imagínese hace 40 años estaba pelaito con apenas 32 añitos de edad. Era un montón de plata.

¿Y el mánager sí cumplió su promesa de no cobrarle la plata de los viáticos?
Sí. Por ahí cuando íbamos por Luruaco (Atlántico), mandó a parar el bus. Se puso de pie y nos dijo que a ninguno le iba a cobrar la plata que él nos prestaba, como de costumbre, hasta que los directivos nos dieran los viáticos, gracias a que su hijo (como llamaba Antonio Ruiz a Abel Leal) lo salvó con el jonrón.

¿Cómo fue el recibimiento en Cartagena?
Tremenda euforia. Fue el adelanto de las fiestas de Noviembre. Ese día me enteré que un doctor de apellido Ríos murió de un infarto escuchando el juego, lo mismo que el gerente de una cooperativa del puerto de Cartagena. Ese jonrón fue un asesino.