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EFE
Cultura

Héctor Abad F. explora el mundo del sacerdocio en su nueva novela

El escritor colombiano, acaba de lanzar ‘Salvo mi corazón, todo está bien’, inspirada en un sacerdote y crítico de cine. También se basó en sus problemas cardíacos.

La pluma del colombiano Héctor Abad Faciolince ha ganado resonancia internacional en los últimos años. En 2021, la película El olvido que seremos, inspirada en su libro que tituló de igual manera, ganó el Premio Goya a Mejor Película Iberoamericana, un hecho sin precedentes para el país.

Este texto que narra la vida y asesinato de su padre Héctor Abad Gómez, previamente obtuvo el premio Casa de América Latina de Portugal y el Premio Wola-Duke en Derechos Humanos.

Pero este escritor y periodista no quiere vivir del pasado y por eso, regresa a las librerías con Salvo mi corazón, todo está bien, novela protagonizada por un sacerdote bondadoso que permanece a la espera de  un trasplante de corazón. 

La escribió en México en plena pandemia, época en la que Abad Faciolince también experimentó ciertas fallas cardíacas. 

Según cuenta el paisa, su afección cardíaca lo motivó a leer información médica sobre este órgano vital. Posteriormente le anunciaron que presentaba una insuficiencia cardíaca grave que lo llevó a ser operado a corazón abierto, por lo que prácticamente terminó escribiendo una especie de testamento que condensó en las 357 páginas que tiene el libro.

Como un testamento se siente esta historia del cura Luis Córdoba, que es una representación del real, Luis Alberto Álvarez, a quien Abad conoció y al que toda Medellín le correspondió con su cariño, una apasionado por el cine, la música y el buen comer.

“Lo normal en este periodo, lo correcto casi, es que cuando sale un sacerdote de este tipo, sea pederasta o con alguna perversión. En el caso de mi novela hay dos curas y lo que yo suelo decir es que uno no es pedófilo, sino cinéfilo, y el otro no es pederasta, sino biblista”, explica el escritor, que está radicado en la ciudad española de Zaragoza.

Pero a pesar de que reconoce que no logra meterse muy bien “en los pantalones -o en las sotanas- de las personas malas”, en Salvo mi corazón, todo está bien, publicado por Alfaguara, sí que consigue entrar bien en la piel de dos curas, aunque él mismo se defina como un “descreído”.

El colombiano explica que para escribir este libro entrevistó a muchos sacerdotes, amigos y compañeros de Luis Alberto Álvarez, apodado ‘El Gordo’, cuya envergadura hace que sea más difícil encontrar un donante compatible.

De cura a padre de familia

Lo conoció en Medellín, en los años 70, en un curso de neorrealismo italiano impartido por el cura, al que acudió siendo muy joven: “Él iba vestido de paisano y nunca se presentaba como sacerdote. Ahí empezó la amistad que se afianzó cuando yo volví de Italia, sobre todo, alrededor de la mesa; nos pegábamos grandes comilonas, que era uno de los grandes placeres físicos que él tenía”.

En esas noches de amistad con comida y vino hablaban de música y cine, que eran sus pasiones, pero también de teología.

En la novela, el sacerdote se traslada a una casa sin escaleras para no hacer esfuerzos en su frágil estado y, en palabras de Abad, al entrar en el hogar de una mujer separada, otra mujer sin marido y una casa sin padres se convierte, no ya solo en el padre sacerdote, sino en el padre de familia.

“Es un asunto que yo no había planeado, pero es muy importante porque en Colombia hay una gran ausencia de paternidad responsable. Muchísimas, casi la mitad de familias colombianas, son de mujeres criando y levantando a sus hijos ellas solas”, afirma.

Un sacerdote que admite su homosexualidad

Los días de espera de Luis Córdoba son narrados por su compañero y amigo ‘Lelo’, un sacerdote que “admite su homosexualidad y registra que las vocaciones, sobre todo en el siglo pasado, de parte de jóvenes homosexuales eran muy frecuentes en la Iglesia”.

Según el autor, eran muchachos “muy creyentes que temían sufrir las consecuencias familiares y sociales de sus inclinaciones sexuales y querían refugiarse, digámoslo así, en los votos de castidad”.

“Algunos no lo lograban, como no lo logra Lelo”, añade, y considera interesante mostrar que, por supuesto, “no por esta característica deja de ser un hombre muy bueno, que además es cura bueno”.

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