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Amira de la Rosa escribió más de 100 piezas de radioteatro. Archivo particular
Cultura

El legado de Amira de la Rosa: más allá de la letra de un himno

La autora de la letra del himno de Barranquilla fue celebrada en Europa por sus piezas para radioteatro, pero su obra ha sido olvidada.

Amira de la Rosa escribía sobre una tablita que había pertenecido a su amiga la poeta chilena y premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral, a quien conoció en Barcelona cuando coincidieron en un curso dictado por la famosa educadora italiana María Montesori. “No me agrada escribir en el escritorio; no simpatizo con ese mueble. En cambio, me complace escribir así, sobre esta tablitilla que acomodo en mi regazo”, dijo en 1943.

No es difícil imaginar a Amira de la Rosa —de quien se celebró el 7 de enero pasado su natalicio 126, aferrada a su tablita y sentada en la mecedora rústica en la que sus conocidos la veían trabajar en cualquier momento. Fue una artista prolífica, de vocación tan provinciana como universal, que viajó para escribir y aprendió para enseñar, y lo entregó todo al teatro, ya fuera que lo hiciera para la radio o las tablas. Por su legado se bautizó con su nombre el teatro municipal de Barranquilla que hoy permanece cerrado en una triste recordación del olvido al que ha caído la obra de la dramaturga, escritora, periodista y poeta barranquillera.

Amira Hortensia Arrieta MacGregor nació el 7 de enero de 1895. Fue la mayor de nueve hermanos, nieta del poeta y político liberal Diógenes Arrieta e hija de Rafael A. Arrieta y de Enriqueta MacGregor, de ancestros irlandeses. En el colegio La Presentación de Barranquilla (Nuestra Señora de Lourdes actualmente), donde realizó estudios de primaria y secundaria, empezó a manifestar su interés por la escritura y la enseñanza. Tuvo un único hijo —Ramiro, que sufría de esquizofrenia— con el abogado Reginaldo de la Rosa Ortega, con quien se casó a los 18 años y de quien adaptó su apellido.

De la Rosa fue condecorada por la letra del himno de Barranquilla.

¡Vivas! por su obra

Tras el regreso del viaje a España en el que conoció a Gabriela Mistral, Amira nombró igual que a la poeta chilena el colegio que en Barranquilla ya era conocido como el de Las Hermanas Arrieta. Ambas escritoras construyeron una amistad llena de admiración y afecto  mutuos. Tal como lo consignó Alfredo de la Espriella en una columna de 2004 a raíz del 30 aniversario de la muerte de Amira, Mistral igualmente bautizó en su pueblo natal de Chile un colegio suyo con el nombre de su amiga.

Muchos años atrás, en la Madrid de 1934, Mistral, quien fue madrina de Ramiro, firmó un texto elogiando su obra y caracterizándola de manera muy personal. “Me encontré a Amira de la Rosa en Europa, y Dios me la mandaría —¿por qué no?— para que yo recordase en un recuerdo súbito, como de lanzada, a la mujer americana, mi hermana perdida”. Sobre su escritura y palabras dijo: “[están] cargadas de un sabor y de una gracia que me hacen pararme en ellas para celebrarlas casi con un “¡viva!”, por lo bien cogidas y bien puestas”.  

En una semblanza de 32 páginas sobre la vida y obra de Amira, el escritor barranquillero y columnista de EL HERALDO Enrique Dávila dice que “la gama de asuntos que trató fue muy amplia como amplia fue la cantidad de textos que dejó dispersos”. De la Rosa escribió poesía, prosa, radioteatro, novela, cuento, crónica, crítica literaria, teatral, cinematográfica y de arte. En ello contribuyeron sus estudios en la Escuela de Periodismo del diario católico El Debate, en Madrid, ciudad en la que estrenó más de cien piezas para radioteatro en los años 40 que en España se transmitían por la Radio Nacional y en Barranquilla por Emisora Atlántico.

Dávila apunta que lo más importante de la obra “delarrosiana” es la dramática, en la que se logra apreciar su oído y audacia al abordar sus temas. “Amira podía transitar desde los trasfondos más cándidos hasta los más eróticos (que hoy, si consideramos la época en que fueron escritos, nos parecen audaces)”.

Al inicio de su semblanza que introduce los dos tomos de su Obra reunida (publicada por Promigas y la Editorial Maremágnum en 2005 y 2006, y que no se consigue salvo en algunas bibliotecas), Dávila, su compilador, se refiere a la presentación de la obra Madre borrada, que generó, después de un cable de noticias de la  UPI proveniente de Madrid, “una oleada de textos sobre Amira de la Rosa que inundó los periódicos de la Costa, de Bogotá y de otras ciudades del país”. Por entonces el talento de Amira era reconocido en círculos letrados locales, pero aquel cable y otras noticias que llegaban a la ciudad “le hicieron comprender al país que en Amira de la Rosa residían valores que iban más allá de los reconocidos en las alabanzas de aldea”. 

Madre borrada fue estrenada en Barranquilla en el Teatro Murillo en diciembre de 1943, y en Madrid representada por la compañía de Társida Cliado. Su éxito en su ciudad natal fue tanto que “fundó una compañía teatral que llevaba su nombre, que ella prefería denominar grupo escénico por su mezcla de actores profesionales y aficionados”.

Décadas más tarde, Amira de la Rosa colaboró con otros artistas en la idea de un teatro municipal, que se inauguró en 1982 y llevaría su nombre en homenaje a su legado. Amira no lo conoció: había muerto el 1 de septiembre de 1974 mientras dormía, dejando huérfano a su hijo, quien moriría años después arrastrado por un arroyo.

‘Las viudas de Zacarías’, presentada en el Teatro de Bellas Artes en 1944.

Reconocimiento exterior

Como dice el investigador Álvaro Suescún, De la Rosa “tuvo mayor y mejor reconocimiento en el extranjero, donde personalidades de la talla de Don Jacinto Benavente y Gabriela Mistral tuvieron siempre un elogio para calificarla”. Añade, en un artículo de EL HERALDO de 1985, que sus temas resultaban ser “una policromía fiel de las tradiciones vernáculas tales como ‘La olla de Malambo’, ‘El boyo de yuca’, ‘Los robles de nochebuena’, ‘El palito de matarratón’, descripciones siempre fieles de nuestros constituyentes folclóricos que ella se encargaba de elevar siempre a la categoría de himnos a la naturaleza”.  

Mercedes Ortega, docente y ensayista, ha escrito que Amira “es una autora más bien olvidada y poco valorada, a pesar de ser mencionada como representativa del cuento del Caribe colombiano de la primera mitad del siglo XX”. Sobre este mismo asunto, Ramón Illán Bacca apuntó en una columna que su obra está  “apegada a los moldes clásicos, al lenguaje castizo y a la ortodoxia en general. Ella, por lo mismo, no les interesó a los del Grupo de Barranquilla, que cuando la mencionaban lo hacían con reticencia.  Además, entre otras cosas, porque no les gustaba el lazo de Amira con los intelectuales oficialistas de la España del momento, como Benavente, Manuel Machado y José María Pemán”.

De manera que “era reconocida por los escritores de España, pero fuera de un aplauso oficial y unos escritos corteses de algunos periodistas bogotanos, el mundo literario local no la rodeaba. Cuando su muerte, nuestros suplementos literarios no le dedicaron páginas. En principio, porque su obra no estaba publicada, salvo Marsolaire”, comenta Bacca.

Marsolaire, su obra más comentada y analizada, fue el único libro que publicó en vida, en una pequeña edición de 300 ejemplares que repartió entre amigos y conocidos. Publicado en 1941, cuenta la historia de una niña que es violada por su padrino. “En el cuento se naturaliza el comportamiento del abusador, haciéndolo ver convencional, dentro de lo esperado”, dice Ortega.

Dicha obra se consigue en línea como parte del catálogo de la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana, en una edición de 2016 con presentación de José Antonio Carbonell. Allí, este se sorprende porque el trabajo “más literario” de Amira “no hubiera trascendido en forma de libro la efímera aparición periodística o emisión radial” (esto pese a las asiduas colaboraciones con notas y artículos para diversos medios). 

En relación con el Grupo de Barranquilla, “con su producción rutilante, novedosa y de alcance internacional, desembocó en que la escritora no fuera tenida en cuenta sino como un personaje anecdótico de la historia de las letras de la ciudad, más anclado en el pasado del idioma que en el presente de la innovación y la experimentación literaria. Situación que perdura casi hasta hoy”, dice Carbonell, y añade que “Amira de la Rosa sólo representa el nombre con que se denomina al teatro municipal”.

Otras obras destacadas en el teatro hecho por Amira son Los hijos de ella, Las viudas de Zacarías, Piltrafa, El hijo de la piedra. En cuento destaca El triunfo del amor, en poesía  Poemas de maternidad, Geografía iluminada y en su obra en prosa, además de Marsolaire, a veces leído como un “cuento largo”, existen selecciones de su escritura “dispersa”.

Amira de la Rosa fotografiada en su niñez.

La necesidad de un himno

Cómo cuenta Dávila, en 1928 la Sociedad de Mejoras Públicas abrió concursos “para adoptar un escudo, una bandera y la música con los que se identificará a la institución”. La música ganadora del himno se escogió a partir de aplausos de los asistentes al viejo Teatro Emiliano, donde las composiciones eran interpretadas por la orquesta que conducía el director y pianista italiano Alfredo Squaretta. Simon J. Urbina remitió la pieza ganadora.

Pero no fue sino hasta 1941 cuando un movimiento cívico de protesta en Barranquilla “por el traslado a Bogotá de la administración de Avianca, empresa aérea que había nacido y se había desarrollado en la capital del Atlántico”, hizo que en medio del “enardecimiento colectivo” el pueblo cayera en la cuenta de que “la ciudad carecía de un himno que la personalizara”. Un himno que, “de paso, sirviera para aglutinar los sentimientos ciudadanos y canalizar , dentro de un marco civilizado, el frenesí de la protesta”.

A razón de esto, el 12 de octubre de ese año “con la ciudadanía volcada en el Paseo Bolívar y el Concejo Municipal sesionando en cabildo abierto, la Sociedad de Mejoras Públicas propuso que su himno fuera acogido como el de la ciudad, como en efecto aconteció”.

Poco después se determinó que debía tener una letra y se instituyó un concurso nacional y se nombró a una junta calificadora de la que hacía parte el maestro Pedro Biava, quién fue determinante para resolver el problema “de adaptar la cadencia de los versos a la música ya adoptada”, como recordó Ezequiel A. Rosado en 1968.

Bajo el seudónimo de Pirausta, Amira de la Rosa envió la composición ganadora de cincuenta versos. La Sociedad de Mejoras Públicas hizo oficial el himno en una sesión solemne celebrada el 7 de abril de 1943 en su salón de actos. De la Rosa fue homenajeada con medalla de oro y pergamino el 19 de junio de 1942 por su letra a la ciudad “Coronada de firme amanecer / Que conduce en su espalda el porvenir”.

Huellas

La poeta Meira Delmar, quien fuera su amiga, dijo sobre Amira en una entrevista: “Tenía una gran finura espiritual, claridad de pensamiento, una simpatía desbordante y, como si fuera poco, una gallardía y un no sé qué de realeza que me hace recordar a Ramón Vinyes, el sabio catalán. Él alguna vez le dijo: ‘Señora, ¡qué acierto el de su bautizo!’ Y es que él sabía que en árabe, de donde viene su nombre, significa ‘Princesa’. Yo, a mi vez, le dije en alguna ocasión: ‘Si no te llamaras Amira, tendrías que llamarte Gracia’.

Fuera su gracia o  la fuerza de su curiosidad, lo cierto es que a Amira, como ella mismo lo dijo, le gustaba detener el pensamiento y los ojos en las cosas mínimas. Por eso escribió versos como los que cita Carbonell: “Un día la tierra se quedará sin mí / Y echará de menos mi presencia porque pasé por ella sin dejar huellas duras / He procurado ir por los caminos sin romper el césped ni triturar la arena”. En realidad sí dejó huellas, y valiosas, como un himno de ciudad y una prolífica obra que sólo el tiempo y los lectores dirán si quieren que permanezca un poco más.

Un año para rescatar su memoria y legado artístico

Este año la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo se propone “exaltar” el valor de una obra que ha sido relegada al olvido. “Rescataremos el aporte que hizo Amira de la Rosa a las artes de la ciudad, a través de sus poemas, novelas y obras teatrales, que circularon en su momento a nivel internacional”, afirmó la secretaria de Cultura, María Terersa Fernández, en la víspera del natalicio de la autora. La Red Distrital de Bibliotecas, los cierres de la Escuela Distrital de Artes y Tradiciones Populares, los talleres de Casas Distritales de Cultura, las intervenciones callejeras y las rutas patrimoniales son los espacios en los que principalmente se busca dar a conocer las letras y homenajear el legado de Amira de la Rosa.

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