A mis amigos del Cari

En la venezolana encrucijada, mascarada, camarada, el comandante, caballero andante, épico honor, siguió viviendo once días después de muerto, como el Cid Campeador. Qué diría Luis Carlos, ‘El Tuerto’. La verdad es cosa que va y viene: nadie la tiene. Todo no vale nada, tan sólo es nuestra una mirada.

Entre tanta mentira, Pibe, ¿será que alguien se le mida al análisis? Digo, porque parece que al pensamiento le ha dado parálisis. Pensar antes de opinar, sin intereses, sin personalismos, sin rencores, sin malos olores, sin dobladillos y sin bolsillos. ¿Quién? Mi personalidad número trece se ofrece ahora mismo, y con ritmo.

No sabes, bambina, que, desde Juan Manuel Rosas, dictador de Argentina, a Fidel Castro, y otros astros, siempre han existido tipos como Chávez en América Latina. Mi gente, el calambre es de rigor en un continente donde los niños mueren de hambre con redoble de tambor. Y no te las tires de tántrico, que eso sucede aquí mismo, en el Atlántico. Qué espanto, presidente Santos, su democracia es la eutanasia de una pobreza indecente. Oye, ma, lo leí en Santa Lucía, el otro día: ‘Bienvenidos a Nopasaná’. No lo dice Diego, un man como ciego, que apenas ve el noticiero, agorero, o estudia geografía, de zafari en el Cari, mientras me cierran la ileostomía. No lo digo yo, ponle fin al critiquín.

Lo dijeron Bolívar y San Martín. Desde aquí, y señalo mi corazón, lo dijo José Martí, un hombre sincero de donde crece la palma. Como él, antes de morirme quiero echar mis versos del alma. Con la diestra o la siniestra, esta es América, la nuestra, y ahora menciono su mal: aquí habrá caudillos, como Chávez, mientras la injusticia social crezca como el cadillo. Lo dice el profesor Noam Chomsky, creador de la gramática transformacional, que habla, te cuento, de las estructuras profundas del pensamiento. Lo decía, en la Libre, mi profesor de sociología, mientras yo pensaba en ti Lucía, flor del otro día. Lector, ¿acaso tú no lo chabes?

Porque lo sabe el sector salud, de curramba, ba, ba, camba. Y en mi zafari por el Cari, bambino, mirando la selva de mis intestinos, sanidad, ¿quiénes te halagan?, si a médicos, enfermeras y auxiliares hace cuatro meses no les pagan. Te considero, caro amigo Ramón. Me consta que has puesto el alma entera en beneficio de una sola palabra: servicio.

Porque hay un libro bien bacano, bambina, que la consciencia despierta. Lo escribió Eduardo Galeano y se llama Las venas abiertas de América Latina. El man dice, viejo Mingo, que, desde los españoles a los gringos, mi gente, los latinoamericanos hemos sido los explotados de Occidente. Una mina, materia prima. El Potosí o Caupolicán, viejo man. Kumon, pregúntale a la Drumond, que ha lanzado carbón al mar sin cesar.

De manera, guantanamera, cordobesa o guajira que hay una verdad detrás de las mentiras. Detrás de Hugo Chávez hay una razón despierta, que se expresa con palabras finas: son las venas abiertas de nuestra América Latina. ¿Lo Chávez o no lo Chabes? Por eso, entre Capriles y Maduros, viles e impuros, Comandante, caballero andante, América, la nuestra, desde el vientre te grita: `¡Hasta la victoria, siempre!´

Por Diego Marín Contreras
diegojosemarin@hotmail.com