Una de las revoluciones más interesantes del siglo XX fue la que permitió que las mujeres tuviéramos derecho a votar. El movimiento feminista que protagonizó este cambio se conoce como las sufragistas y está lleno de paradigmáticos episodios, casi cinematográficos, que dan cuenta del demandante esfuerzo y de la gran consciencia política que tenían las mujeres que lo lideraban.
Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres ocuparon los puestos de trabajo porque los hombres tuvieron que ir a los campos de batalla. Es decir, amas de casa convencionales, que tradicionalmente habían pasado la vida pensando en cambiar pañales, tener lista la cena, alistar la ropa de los hombres, barrer y lavar platos, empezaron a ser conscientes del lugar que podían ocupar en la sociedad, empezaron a darse cuenta de que ellas podían ser otra cosa si querían, empezaron a ganar autonomía y a sentirse incómodas y relegadas solo volviendo a su vida de siempre entre la cocina y la cuna de los niños.
Esa consciencia de participación política le dio oxígeno a una quijotesca lucha en la que algunas mujeres entregaron su vida. Emily Wilding Davison, por ejemplo, fue considerada una mártir del sufragismo británico al morir arrollada por un caballo del rey cuando intentaba colgarle una cinta de protesta durante un derby. Muchas padecieron trato degradante en las cárceles cuando eran detenidas después de hacer alguna manifestación pública. Sin embargo, ellas perseveraban y son recordadas por la creatividad en sus actos de protesta. La sufragista Muriel Matters lanzó proclamas sobre Londres desde un dirigible, Marion Wallace Dunlop se coló en el Parlamento y en los pasillos escribió un fragmento de la Declaración de Derechos, y Leonora Cohen destruyó la vitrina que exhibía las joyas de la Corona. Algunas de las sufragistas estaban de acuerdo con métodos más violentos, otras consideraban que la estrategia podía ser más reflexiva. Los actos espectaculares de protesta sirvieron para ocupar las primeras planas de los periódicos y visibilizar su lucha, que eran acompañados con impresionantes diseños gráficos y visuales. Las sufragistas tuvieron tanto de fondo como de forma, no descuidaban detalles a la hora de ser creativas y su comprometida militancia alentaba huelgas de hambre cuando las detenían, hasta el punto que muchas fueron obligadas a alimentarse con tubos que les metían por las gargantas.
En la contienda electoral que se define hoy, las mujeres organizadas han ejercido su papel de participación política de manera pública y han manifestado su respaldo a quienes se comprometen con el reconocimiento de los derechos. Las otras, las mujeres de todos los días, estamos obligadas a recordar cuánto han puesto quienes nos antecedieron para darnos la posibilidad de ir a las urnas. Tenemos el compromiso histórico de tener consciencia política, de entender la función social de nuestro voto y ejercer nuestro derecho de manera informada. Revisemos los programas de gobierno y en nombre de todas las valientes de otros tiempos, salgamos a votar.
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