Hay situaciones tan disímiles que no permiten hacer fáciles comparaciones entre ciudades. Por ejemplo, pretender comparar los niveles de desarrollo y las finanzas potenciales para construir ciudad entre Barranquilla y Medellín. Y la principal razón es la diferencia tan grande de recursos propios de cada una de estas capitales para invertirlos en obras y en gestión social. También el esfuerzo y gestión a que está obligado aquel alcalde, o alcaldesa en nuestro caso, con recursos escasos vs la tranquilidad de quien sí cuenta con estos en impresionante cuantía. Lógicamente que esa enorme diferencia es el resultado de una honesta actividad política pasada, podría decirse que desde siempre en el caso paisa, que les permitió que las Empresas Públicas de Medellín siguieran siendo propiedad exclusiva de ese municipio, y en cambio una voraz politiquería local se robó en Barranquilla a nuestras Empresas Públicas Municipales, Electrificadora del Atlántico y Empresa Municipal de Teléfonos, lo que obligó a la privatización de todas y cada una, para por lo menos contar con una mejor prestación de esos servicios esenciales. Así se quedó Barranquilla sin las utilidades que generan unas empresas que tienen más de un millón y medio de clientes cautivos, porque aunque sean menos los abonados, todos los que aquí habitamos generamos consumo de servicios costosos. Lo anterior nos recuerda que nuestra clase política de esa época era tan, pero tan rata, que la única forma de no robarse a esas empresas fue malvendiéndolas a privados a quienes no podían robar.

Los paisas, en cambio, no se robaron ni privatizaron, sino que conservaron el 100% de la propiedad de su empresa de servicios públicos, esta creció y le transfiere anualmente a Medellín aproximadamente un billón de pesos. ¡Un billón de pesos al año! Más sus impuestos por predial, industria y comercio, y todos los demás. Para que se hagan una idea: En Barranquilla se han causado dos proyectos de valorización. El primero en 2005, que facturó $189.500 millones, y del que se han recaudado $155.042 millones, cuya cobranza se proyectó a 5 años. El segundo, del 2012, por un monto de $379.145 millones, a cobrar en 3 años, del que se han recaudado $211.000 millones. Lo anterior significa que si se lograra un recaudo del 90% de ambas, lo que sería muy exitoso, esto sumaría $511.000 millones en 8 años, con un promedio anual de $64.000 millones, y con tremendo esfuerzo tanto del Distrito como de los propietarios de predios, que tienen que meterse la mano al dril. Barranquilla requeriría de 16 años de valorización para recaudar un billón de pesos, que es lo que aproximadamente le transfiere año tras año las EPM a Medellín, sin tener su alcalde que lidiar con nadie. Como ejemplo, el nuevo puente sobre el Magdalena costará $625.000 millones y $320.000 millones la reconstrucción de la carrera 38 entre las Zonas Francas de Barranquilla y Cayena, en Juan Mina, sumando menos de un billón de pesos. Un año de aportes de las EPM le bastarían a Medellín para construir ambas obras y le sobraría plata.

Se trata la anterior de una realidad muy triste, dado los politiqueros motivos que obligaron la privatización de todas nuestras empresas prestadoras de los servicios públicos domiciliarios, pero es una verdad incuestionable. Como tenemos también que reconocer que el manejo de la ciudad ha cambiado positivamente, y que si se mantiene este estilo de gobierno, cuando se venzan los plazos de esas concesiones, deberemos recuperar los manejos de estas empresas, mantenerles sus nóminas y eficiencia para que sus enormes utilidades sean transferidas al Distrito e invertirlas en obras y gestión social. Como lo hace Medellín.

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