Primero, confusión: ¿Cuándo es la inauguración? ¿Sábado? ¿Lunes? ¿Por invitación? ¿Sí, es por invitación? ¿Cuántas exposiciones son? ¿Una? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Tres en una? ¿Cuatro en dos? ¿Quién expone? ¿El Centro Artístico? ¿Un club social? ¿Qué exponen? ¿La veterana y sufrida colección de C.A.? ¿Chatarras? ¿Trabajos de aficionados? ¿Ensayos Infantiles? Preguntas. Preguntas. Ensaladas.

En el vestíbulo, sigue la confusión: tres folletos. Entre catálogos y programas. De distintos colores. Bien impresos. Dos minutos más antes cesa toda confusión. Sí: son varias exposiciones. Todavía juntas. Pero no revueltas. Pronto ni revueltas ni juntas. Eliminadas las exposiciones pasajeras, podrá quedar una sola. Permanente. ¡Ojalá!

Y es que, por fin, ¡tenemos ‘Galería de Arte’! Se acabaron las tabernas ‘pintorescas’. Los garajes bienintencionados pero insuficientes. Las escuelas precariamente acondicionadas. Los rincones misteriosos sin más señas que un número de teléfono. Aquí hay de veras una magnífica galería. Me refiero a la del ‘Centro Artístico’ de Barranquilla. Tantos años ambulantes. Dispersa. Invisible. Ahora un hecho. Todavía incompleta. Pero un hecho. Gracias a la comprensión de un hombre sensible y culto. Cuya inclinación por la música no excluye interés por otras partes. Toda Barranquilla le debe gratitud. Y Colombia, también la gente culta y la inculta. ¿Por qué? Porque sin proponérselo ha creado en esta ciudad un museo que no tenía y le hacía falta. Digno de ser admirado por propios y extraños. Antes, al lado del nombre de Barranquilla, nada figuraba en las guías turísticas. O casi nada: excursiones a Bocas de Cenizas, más o menos atractivas. Clubes sociales más o menos interesantes. Entidades culturales más o menos importantes. De ahora en adelante, podrá figurar ‘La Galería de Arte’. Mejor: el ‘Museo de Arte’. Sería grave error cualquier ‘desmonte’. Para que volvieran a dispararse tan buenos cuadros. O a desaparecer. Al contrario: Deberían permanecer donde están. Siempre. Y aumentarse. Con adquisiciones nuevas. Con las recuperaciones aún pendientes. Con donaciones particulares. (¡Cuidado con donantes y donaciones! No se debe aceptar cualquier donación de cualquier donante). La galería deberá también pulirse. Retirándose y hasta revendiéndose –si se puede– algunas obras de escaso valor artístico. Para sustituirla por otras de mejor calidad. Esto se hace en las más famosas galerías del mundo. ¿Por qué no aquí? Claro está que sería conveniente una junta de selección. Que podría ser presidida o supervisada por Obregón. Para evitar la compra o exposición de obras mediocres.

En la exposición actual sobran dos o tres trabajos. Más propios de las exposiciones pasajeras visibles en los salones contiguos. Impropios, por lo tanto, de este ‘Salón permanente’. Con el tiempo, también los salones contiguos deberían llenarse con obras de alta calidad. Ampliándose así la galería incipiente. Por de pronto, lo más importante es asegurar la persistencia indefinida de lo que se llame ‘galería, salón o museo permanente’. Lo esencial es que sea permanente.

Por lo menos mientras esté al frente de la entidad custodiadora quien ha tenido a bien ofrecer su inteligente hospitalidad. El cual gerente constituye una garantía invaluable. El problema –si problema hay– se presentará cuando algún día haya cambio de gerente. Solo entonces y no antes. Hasta allí, permanezca confiando a su custodia el más valioso testimonio cultural, el único tesoro artístico que Barranquilla puede ofrecer a la admiración de sus ciudadanos, y de sus visitantes.