Desde cuando iniciamos nuestros estudios de Ciencias Naturales, nos enseñan que todos los seres vivos nacen, crecen, se desarrollan, se reproducen y mueren. Es decir, cumplen un ciclo vital. Por lo tanto desde pequeños empezamos a tener conciencia de nuestra mortalidad y la capacidad de reflexionar sobre ella. Sin embargo, nos aterra hablar de la muerte y mucho menos prepararnos en vida para nuestra propia muerte.

Hace muchos años la muerte era sencilla y natural. Las personas morían en sus casas, al lado del médico familiar (figura que ha desaparecido), rodeados de sus seres queridos y reconfortados espiritualmente por el sacerdote cercano a la familia. Hoy la tendencia es llevar a los enfermos a morir en una UCI, en un entorno frío, sin las personas cercanas y sin la privacidad necesaria para acabar la vida dignamente.

En estos días, ante la dolorosa partida de mi madre, muchas personas me han dicho: “hubiera querido que mi madre muriera así como la tuya y no sola en una UCI, invadida de tubos”. Es posible morir viviendo, alargando la vida con sofisticados aparatos y procedimientos terapéuticos, que a la final se convierten en una distanasia, término que se refiere a posponer la muerte mediante tratamientos, prolongando la cantidad de vida y olvidando la calidad de vida mediante medidas agresivas. Curar es mucho más que extender la vida biológica.

Procurar el bienestar de un ser querido, la calidad de su final, la optimización de sus cuidados con ética, responsabilidad y compasión fue lo que nos llevó como familia a conformar otro estilo diferente de Unidad de Cuidados Intensivos. En el cuarto de mi madre no había tubos, sondas, equipos sofisticados. Había todo el cuidado humano para un final feliz, apoyo médico y espiritual. Adicionalmente mi madre estaba rodeada de todos sus hijos, nietos, caricias, besos y mucho agradecimiento. Una buena muerte es un gran regalo al final de la vida.

Hicimos la velación familiar en la casa, porque la muerte de un ser querido dejó de ser un evento triste para convertirse en un evento social. En todos los niveles sociales, el velorio es la oportunidad del reencuentro con los amigos, tertulias, chismes y preguntas imprudentes acerca de cómo sucedieron las cosas, etc. En esos momentos el silencio, el abrazo, una mirada llena de ternura, una oración es la mejor compañía y mayor acto de caridad.

“Morir con dignidad es una oportunidad inmerecida, un gran regalo: el gran don. Y al mismo tiempo una gran tarea para la humanidad”. Hans Kung.

Por Luz María P. De Palis
luzmapalis@yahoo.com.ar