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Opinión

Los verdaderos culpables

Buscaba una solución a por qué la salud en Colombia sigue tan mal, aun cuando algunos digan que somos ejemplo para el mundo. La corrupción, las decisiones egoístas, sin la participación de quienes han gastado muchos años de su vida en alcanzar las metas de médicos, especialistas, enfermeras y en general todos los que nos hemos formado con grandes esfuerzos. Todo termina en manos de decisiones políticas, que aún no han podido siquiera modificar la Ley 100, con el debido proceso. No alcanzan los recursos, porque se quedan en la mitad, en los intermediarios, sin que lleguen a los pacientes, la salud es un negocio. Su organización tampoco tiene en cuenta a los usuarios, y por el contrario sigue siendo entregada a empresas, que casi sin invertir un peso se vuelven millonarias. La estructura de la salud necesita una gran reforma, sus propuestas duermen el sueño de los justos. Por ley solo quienes tengan una formación profesional deberían recibir una justa retribución. Mientras tanto, el personal de salud depende de los políticos de su tierra que –en forma consciente y dirigida– no dejan mejorar la atención a las personas que en nuestro país pueden ser más del 50% de aquellos que no pueden pagar los altos costos de medicamentos, exámenes, hospitalizaciones y otros. Por el contrario, los estafadores de la salud se pasean sin restricciones, gozando de los beneficios alcanzados al gastar los recursos de quienes realmente los necesitan. Los esfuerzos de lo que nos descuentan para solidarizarnos con los demás ni siquiera se ven. La Constitución es violada, y solo basta remitirse a los ordenamientos de las altas Cortes sin su cumplimiento. Los niños de La Guajira y el Chocó se siguen muriendo de hambre, y todavía no se sabe cómo se cubrirá la atención en salud de los guerrilleros y sus familias, los delincuentes se irán de las cárceles a las calles, muchos nuevamente a delinquir, sin haberlos siquiera ayudado a reformarse. Los drogadictos no tienen cómo curarse o al menos estar controlados, y peor todavía las enfermedades raras, huérfanas o graves muestran un cuadro de abandono totalmente repudiable. Mientras tanto, las propuestas de reforma a la salud siguen archivadas. 

Pensando en todo esto, me cayó como anillo al dedo, parte de una solución espiritual, el evangelio de San Juan del domingo pasado, con una seria y emocionante intervención, el sacerdote nos explicó el impresionante episodio del milagro del ciego, quien volvió a ver por la intervención de Dios. En ese momento, Jesús les dijo a los asombrados presentes: “Yo vine al mundo a provocar las crisis, así los que no ven, verán y, los que ven, quedarán ciegos”. Los fariseos le preguntaron: ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Jesús contestó: Si fueran ciegos no serían culpables, así, como dicen que ven , su pecado no tiene remedio/Jn 9, 1-41.

Como conclusión, necesitamos quitarnos la ceguera y ver los grandes acontecimientos que nos rodean. Los verdaderos culpables están a la vista. Se necesitan grandes y verdaderos líderes para cambiar los resultados, los desarrollos, la eficiencia, la calidad, la respuesta oportuna, y en general los buenos tratamientos, principalmente basados en el conocimiento científico del ser humano, la tecnología, los procedimientos actuales, como la cirugía y otros, que deben ponerse a disposición de quienes los necesitan. En un tiempo en el que los malos parecen buenos, y los que creíamos buenos resultan malos, no sabemos quién esté libre de pecado para lanzar la primera piedra.

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