Desde los primeros partidos dirigidos por Carlos Queiroz, su nuevo conductor, se le advirtieron algunos cambios a la Selección Colombia en su diseño nominal, distribución geográfica y comportamiento funcional.
De entrada, el técnico portugués confió a defensas centrales naturales la tarea de defender los laterales de la retaguardia; le entregó la misión a Cuadrado de funcionar como mediocampista mixto más por el centro; no le dio demasiada importancia a la presencia de un ‘10’ clásico, y si estaba, como algunas veces ha estado personificado en James Rodríguez, le da, como punto de partida, el costado derecho del ataque.
El medio campo lo distribuyó entre tres, uno en el centro y más retrasado, y dos a los lados de este y más adelantados y con mucho protagonismo, porque deben asumir roles de recuperadores, organizadores, pasadores, rematadores (los hoy llamados interiores).
Para el frente de ataque prefirió a tres delanteros y sin ponerse muy del lado de la teoría que deben ser, en lo posible, de características diferentes, y tampoco que dos de esos tres sean punteros (a los que hoy denominan jugadores de banda) y uno el centro delantero. Los quiere que se muevan de vértice a vértice del área rival, de nivel internacional, potentes y goleadores, que con esas virtudes y ese recorrido él cree que deben ser capaces de acoplarse.
En este contexto y algunas nuevas tareas individuales, la idea de juego se caracterizó por un juego menos elaborado, sin esa cadencia característica del estilo colombiano, eligiendo más pases hacia adelante aún con más riesgo de perderlos, elevando el rigor físico y el compromiso de todos con y sin el balón.
Esa nueva forma de relacionarse con el juego la mostró, a mi juicio, ofensiva pero algo atropellada, activa y competente, pero en muchos lances sin la claridad y calidad en las resoluciones finales.
En estos dos partidos de la Eliminatoria le advertí un alentador y bienvenido punto de sosiego e inteligencia para decidir cuándo y por qué se debía jugar como el técnico prefiere (a toda marcha) y cuando no. Eso lo observé durante el primer tiempo ante Venezuela y los treinta minutos iniciales frente a Chile (hasta los cambios obligados por la lesión de Medina). Tiempos donde jugó bien, dominó y ganaba siendo más que sus rivales.
El esforzado, pero caótico y primario estilo del segundo tiempo en Chile es el pragmatismo que ya se le reconoce al técnico Queiroz: “la competencia es el arte de ganar puntos”. El bendecido pie de Falcao le dio la razón esta vez.