Hay que hablar con los jugadores, no imponerles lo que tienen que hacer.

Es muy conocida y celebrada la caricatura de un entrenador que está próximo a hacer una sustitución y atiborra de instrucciones al jugador que va a ingresar (algo parecido a como que vaya por la derecha; pero en los tiros de esquina se ubique en el centro; y cuando el rival ataque cuide la izquierda; y defienda como volante por el centro; y en los tiros libres marque en el área...), y así, con ese bombardeo de órdenes, en medio de esa suerte de galimatías táctico, el entrenador al final le dice: ‘ah… entre y juegue tranquilo’.

En estos días se conoció un minucioso y bien intencionado protocolo que la Dimayor presentó al Gobierno para ir estudiando opciones de reinicio de la Liga. En este se leen las obligatorias y tareas de todos los agentes que participarían en los partidos. Partidos que se jugarían sin presencia de aficionados en los estadios.

A los futbolistas les dicen que para los entrenamientos tendrán que ir en grupos pequeños, los recibirán en una carpa un médico y una enfermera, tendrán que pasar por una ducha de desinfección y luego, en la cancha, un oficial de seguridad lo recibirá para un segundo filtro. No podrán hablar una vez terminado este. Además, tendrán que hacerse la prueba de la COVID -19 entre 7 y 10 días antes del inicio. Tendrán que hacer uso de tapabocas, guantes, gafas de protección industrial. En el hotel recibirán su comida en la habitación en empaque individual. Tendrán una bandeja para desinfección.

En el bus tendrán que ir de a 10 y con todo el famoso kit (tapabocas, gafas, guantes...). En el estadio tendrán que vestirse en dos camerinos, llevar una bolsa para el uniforme. Y siempre con su nueva indumentaria (kit). Tendrán que pasar, antes y después, por aspersores desinfectantes. Si son locales entrarán al terreno cinco minutos después de los árbitros y cinco antes del equipo visitante. Seguramente, después de todo este tranquilizante y motivante catálogo pre competencia, le podrán decir al futbolista, como el entrenador de la famosa caricatura: ‘ah... entre y juegue tranquilo’.

Está muy bien la preocupación por la salud física de los actores, pero no olviden la salud mental. Sería tan bueno, como este extenso y riguroso protocolo, saber interpelar la psiquis del jugador. Reducirle, efectivamente, el miedo que seguramente le producirán todas estas medidas de seguridad. Hay que hablar con ellos. No solamente imponerles lo que tienen que hacer. Así sea con la “noble’ intención de cuidar su salud.