La ley de lo trascendental es la primera de las 17 leyes del trabajo en equipo que nos enseña Jhon Maxwell. En ella nos recuerda que por más que admiremos a los triunfadores solitarios, la verdad es que nadie solo ha hecho algo de valor. Que los equipos pueden simplemente hacer más que una persona sola. Que los recursos del individuo para hacer frente a un problema, rara vez son tan amplios y eficaces como los de un grupo. Y yo agrego que, en el fútbol, aunque sean inolvidables los geniales Pelé, Maradona, Messi y otros cientos de maravillosos futbolistas, ellos solos no hubieran alcanzado todo lo que lograron sin el aporte vital de sus equipos.

Decía Garrincha, tal vez, el mejor y más reconocido individualista del fútbol: “yo no hubiera sido lo que fui sin mis compañeros”.

En los primeros cuatro partidos de la selección Colombia en los que cuantitativamente consiguió dos puntos más que en la pasada Eliminatoria, que hoy la tiene en zona de clasificación, fue evidente la injusta e insolidaria misión de llanero solitario que su irregular funcionamiento le impuso a Luis Díaz.

El delantero del Liverpool ha estado expuesto a una lucha permanente contra dos, tres y cuatro rivales, muchas veces hasta desfigurar su estilizado juego. En unas aventuras absolutamente en soledad por la falta de espíritu afiliativo de sus pares, por la falta de movimientos coordinados a su alrededor que permitan un imprescindible compartir del balón y también la necesaria distracción de los defensores rivales para que, luego, él tenga menos opositores y aumenten las posibilidades de éxito con su velocidad y gambeta.

La selección Colombia necesita de Luis Díaz, pero él necesita más a la Selección. “Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”, dijo Ray Kroc, fundador de Mcdonald’s.