Volvió a ser Campeón de la Serie A de Italia la Juventus. Por novena vez consecutiva. Esta vez, sin sobrarle nada, con mejor eficacia que juego. Y uno de sus jugadores más destacados fue Juan Guillermo Cuadrado. Esta temporada, mayormente como lateral derecho.
Cuadrado es esa clase de jugador adaptable a varias posiciones porque tiene una buena condición técnica, es hábil, ligero para movilizarse y, además, sin ínfulas para exigir una especialización. Todo lo que tiene que ver con la franja derecha del campo es territorio fértil para él.
Ha madurado tácticamente: sigue enamorado de la pelota y el desequilibrio individual, pero ahora ya sabe cuánto tiempo se queda con ella y en dónde asume el riesgo de su gambeta.
Hoy es más colectivo. Conserva su innato individualismo, pero eliminó el nocivo exhibicionismo. Ahora, difícilmente le acompaña el exceso.
Los técnicos que lo orientan son agradecidos de tenerlo, porque le regalan al equipo juego y despliegue. Desequilibrio y sacrificio. En la Selección Colombia, Queiroz lo quiere transformar en mediocampista interior. Yo creo que no es su mejor hábitat y tampoco su mejor función. Ahí se requiere ser más estratega, más tiempista. Y, esas, no son sus mejores virtudes. Sin embargo, vale no subestimar la gran capacidad de adaptación de Cuadrado. Su maduración profesional. Y su humildad y compromiso.