La historia del uso de estos equipos en medicina es sorprendentemente antigua, incluso encontramos referencias de ventilación artificial en algunos pasajes de la Biblia. Sin embargo, muy poca gente había escuchado de ellos hasta hace unos cuantos meses, cuando las noticias de la pandemia “graduaron” de intensivistas y terapistas respiratorios a un gran número de usuarios en las sabias redes sociales.

Los primeros intentos bien documentados del uso de dispositivos para ayudar a respirar a las personas datan del siglo XVIII, cuando la Royal Humane Society de Inglaterra comenzó a apoyar el uso de fuelles, similares a los utilizados por los herreros, como el medio para dar respiración artificial a través de un tubo de metal insertado en la vía área. Queda fácil, con lo descrito, suponer el gran riesgo que estas prácticas entrañaban.

Antes de que una vacuna existiera para prevenir la Poliomielitis, los pacientes severamente afectados, en especial los niños, eran tratados con unos equipos llamados “pulmones de hierro”. Ante la parálisis de los músculos respiratorios que producía la enfermedad, estas cajas de metal generaban presión negativa para hacer que el aire fresco y rico en oxígeno entrara a los pulmones.

A partir de la década de 1960, los constantes avances tecnológicos en electrónica y mecánica, y en el conocimiento de los mecanismos por los cuales se producen los daños pulmonares en las enfermedades, entre otros, permitieron que desde entonces se innove en la seguridad y efectividad de estas máquinas, llegando incluso a mejorar sustancialmente la sobrevida de grupos especialmente vulnerables de pacientes, entre ellos, los recién nacidos extremadamente prematuros.

Hoy, la crisis profunda que ha generado la COVID-19 en la prestación de servicios médicos, ha estimulado la creatividad de muchos investigadores colombianos cuyas geniales iniciativas para aumentar la disponibilidad de ventiladores, nos harán más fuertes como nación para enfrentar condiciones existentes o las que puedan llegar a aparecer con características similares, aun después de superada la emergencia.

No obstante, el nivel de sofisticación que estos equipos biomédicos han alcanzado, a la fecha sigue siendo una tecnología dependiente del operador. La máquina más sofi sticada del mundo usada por personal no califi cado puede disminuir sustancialmente su posibilidad de ayudar al paciente. El mejor de estos equipos, sin profesionales de la salud en cantidad adecuada para que estén vigilantes de su funcionamiento y haciéndole los ajustes necesarios y oportunos de acuerdo con la evolución clínica de la enfermedad, puede terminar conduciendo a complicaciones incluso más severas que la patología que justifi có inicialmente su uso. Por si fuera poco, aún cumpliendo estos requisitos, otra variable es fundamental para que el tratamiento tenga altas posibilidades de ser exitoso y es la condición o enfermedad que obliga su utilización. En el caso de la COVID-19 la información científica disponible muestra que alrededor de 1 de cada 2 pacientes que llega a necesitar de estas máquinas para respirar, lamentablemente fallece.

Por lo complejo de la enfermedad por coronavirus, debo insistir en que a la fecha la mejor defensa que tenemos contra ella es evitar la infección cumpliendo las normas de distanciamiento social, lavándonos adecuada y frecuentemente las manos y usando tapabocas en sitios públicos. La identificación temprana de casos y la adopción de intervenciones terapéuticas precoces que logren evitar la necesidad de uso de estos equipos, se muestran ahora como la mayor esperanza para los contagiados.

@hmbaquero