La Guajira, desde que se formó como comisaría, intendencia y luego, el primero de julio de 1965, como departamento, siempre ha carecido de un modelo económico y de un auténtico liderazgo para aplicar un verdadero desarrollo y una variable incluyente en el sector social de sus habitantes. Al contrario de Cundinamarca, Valle del Cauca y Antioquia, que cuentan con modelos económicos preestablecidos y que por ello sus planes de desarrollo continúan de manera ordenada, así, quienes lleguen a regir los destinos de estos departamentos continúan un plan ordenado y sostenido en el tiempo y en el espacio, para que su economía fluya de manera ordenada, con resultados positivos que generan confianza y credibilidad entre sus habitantes.

Este nuevo aniversario del pasado 1 de julio nos tomó en tiempos de una depresión tropical, es decir, pasado por agua. Contamos con un gobernador preparado, que tiene sinergia y es muy proactivo, así como dos senadores y tres representantes en quienes el pueblo guajiro tiene cifradas muchas esperanzas en el año legislativo que se inicia y con el nuevo presidente de los colombianos, donde estarán comprometidos con su departamento y una Asamblea más estudiosa y más analítica, que, trabajando en equipo con los 15 alcaldes, se pueden lograr cambios significativos en el orden departamental.

Contrario en nuestro departamento, por no contar con modelos económicos preestablecidos en el diseño administrativo de La Guajira, lo que hemos tenido y obtenido son desastres económicos y, por ende, un subdesarrollo alarmante, acompañado de las líneas de pobreza y de una mala calidad de vida, que ha hecho mella en los quince municipios que conforman el ente territorial y que, en el contexto nacional, ha sido deprimente en todos los órdenes.

El ejemplo más claro lo obtuvimos en el descalabro, atomización y mal manejo que le dimos a las regalías provenientes de nuestros yacimientos de gas natural y de carbón, donde por más de treinta años el departamento y los municipios productores recibieron regalías por el orden de 8.3 billones de pesos y los resultados hoy son catastróficos, todo por no disponer de un modelo económico que hubiera sido la guía y el norte que La Guajira no ha tenido y lo más paupérrimo es una falta clara de un verdadero liderazgo en su desarrollo económico.

El decrecimiento económico de La Guajira, con la explotación minera que se inició en la década de los ochenta, es ostensible en todos los órdenes, desde todo punto de vista y las cifras económicas con sus análisis así lo demuestran, todo por no tener y no contar con un modelo económico que debería haber sido la brújula que orientara nuestro desarrollo.

En el año 1990, el área sembrada era la siguiente: 29.830 hectáreas de algodón, 10.000 hectáreas de maíz y 5.400 hectáreas de sorgo, sin contar con más de 3.000 hectáreas de arroz. De eso solo quedan migajas. La apertura económica nos quiebra y este modelo económico incipiente, que se movía de una manera natural, es reemplazado por la gran minería. Por ello, en el gobierno de Gustavo Petro es de urgencia manifiesta construir los dos distritos de riego del Ranchería y de San Juan del Cesar, de la represa del Ranchería. No hay más, ¡o se construye o se construye!.