Hago lo que se me da la gana porque se me da la gana
Este parecería ser el mantra que abraza nuestra ciudad. Día a día vamos contemplando cómo nos hemos transformado poco a poco en una sociedad intolerante, egoísta y atravesada, perdiendo el respeto la cordialidad y el civismo de otras épocas. Muy atrás, casi en el olvido, va quedando la Barranquilla amable, reconocida como “el mejor vividero de Colombia”.
Poco o nada queda de ese vividero, y no ha sido un deterioro físico el que ha reemplazado la cordialidad y la sabrosura de aquella ciudad. Se trata más bien de un deterioro cultural, donde las buenas maneras, el respeto por lo colectivo y los valores cívicos se han diluido en el desorden, la intolerancia y un profundo egoísmo llevado en los hombros del más atravesado o el más vivo.
Nos hemos transformado en una sociedad caprichosa y autocomplaciente, convencidos de que lo merecemos todo a cambio de nada.
Se hace cada vez más cotidiano el comportamiento lesivo del “yo aquí hago lo que me da la gana”, y bajo esta premisa los conductores bloquean cruces en las vías sin contemplar a los otros, o parquean en medio de cualquier lugar. Las filas en los supermercados se asaltan violando el turno de los desprevenidos compradores que no están prestos a avanzar, o a empujones saco del frente de un ascensor a cualquier desprevenido usuario.
¿Las razones? Simples. Yo me lo merezco, porque yo soy más vivo, o tengo más afán o simplemente soy más aventajado. Pero la verdadera razón es que nos hemos convertido en una sociedad desconocedora de los derechos del otro, y creemos que el constante atropello se puede justificar.
Preferimos no involucrarnos y pasamos de largo estos comportamientos como si fuesen perfectamente normales y aceptables. La triste verdad es que no son aceptables y distan mucho del comportamiento cotidiano de una sociedad sana.
¿Qué clase de futuro nos espera si no somos capaces de construir una ciudad respetuosa de lo colectivo? ¿En qué clase de ‘vividero’ acabaremos habitando si seguimos alimentados por el voraz egoísmo que nos cobija? En el constante atropello del otro, lo único que se construye es violencia.
Esa es la Barranquilla que estamos construyendo. Me pregunto si esa es la ciudad bandera del caribe colombiano que queremos entregar como ejemplo.
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