
No sé cuántas veces sucede, tampoco es mi propósito descubrirlo en este artículo, pero esta vez el “dios” del fútbol se regodeó con el que mejor está jugando al fútbol en este país y acalló, así sea por unos días, la perniciosa pregunta, qué prefieres ganar o jugar bien, y premió al Junior con el título de la Copa Águila. Merecidísimo logro para el que practica, hoy por hoy, el fútbol más atildado en el rentado colombiano.
Comesaña y sus dirigidos se propusieron hace unas 6 o 7 fechas dar un salto de calidad en su oferta de juego y decidieron acercarse a la excelencia. Le apostaron a un estilo dominante, propositivo. Una manera de jugar que estimula la creatividad, el juego asociado y la prestancia técnica. Un estilo que invita a tomar la iniciativa, a no condicionar su espíritu ofensivo a la condición de anfitrión o visitante. Un patrón de juego que tiene que ver más con las características y virtudes de sus jugadores, que con alguna creencia limitante del entrenador, especialmente a domicilio, y que provocaba fundada desconfianza en muchos de los seguidores del equipo.
Le agregó, además, una intensidad en fase defensiva que le permite recuperar rápido y generalmente en el campo del rival. Sus defensas entendieron el concepto de marcar en ataque y ahora logran anticipar y contribuir a que el equipo se mantenga en postura ofensiva y no sea asaltado en el contraataque. Ha logrado que solo nos enteremos de que Viera está en la titular cuando, por su condición de capitán, participa en el sorteo con los árbitros y el capitán del contrario. Defiende atacando.
Cuida el balón y el territorio, no solo el arco. El liderazgo de Comesaña, la contribución de sus entrenadores adjuntos, el compromiso de los jugadores que elevaron su exigencia y coopitieron (cooperaron compitiendo) conscientes de la calidad de su compañero de plaza, han potenciado el rendimiento colectivo. Del inspirador ‘ChaTeo’ inicial, del equipo muy dependiente de ese par de sobresalientes jugadores para lograr puntos a veces sin jugar bien, ha evolucionado a un equipo de todos. Ahora el balón recorre la geografía del terreno de juego sin la obligación de que sean ellos dos los dueños del itinerario. Ahora piensa en atacar al rival con todos y por más tiempo y no dejar las esperanzas de éxito solo en sus desequilibrantes apariciones.
Ahora, en mi opinión, regala algunos trazos brillantes que yo no recuerdo haber visto en los últimos Junior. ¿Qué otro título conseguirá de aquí al final de la temporada? Quizá ninguno más, o uno, o los dos que disputa, nadie lo sabe. No hay “claves” que den certidumbre a lo incierto que es el resultado. Lo único de lo que deberían estar convencidos es que, jugando así, están más cerca de ganar.
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