La nueva miniserie de Netflix hablada en Yidish (idioma de los judíos europeos) es una original historia que puede ser muy local y a la vez muy universal.
Si bien maneja el caso de una mujer que se siente atrapada dentro de la comunidad judía ortodoxa Satmar en Brooklyn, Nueva York, el caso es aplicable a tantas otras agrupaciones religiosas en distintas partes del mundo, donde las tradiciones estrictas afectan en especial a la mujer.
Basada en las memorias de Deborah Feldman, quien en la serie lleva por nombre Esty, cuenta con la espléndida interpretación de la actriz israelí Shira Haas, conocida por “Shtisel”.
Esty tiene escasos 19 años y, como se acostumbra en esa comunidad, ya está casada con Yanki (Amit Rahav), tras un matrimonio arreglado entre las dos familias. Como esposa, tiene la obligación de cortarse el pelo, eliminar cualquier signo de atractivo sexual, y dedicarse a las labores del hogar, sobre todo la procreación.
Pero los intereses de Esty van mas allá; tiene una mirada que parece cuestionarlo todo, y una pasión especial por la música, algo inconcebible en un medio donde la mujer no está supuesta a tener mayor educación, ni siquiera hablar en otro idioma que no sea el yidish.
La situación se hace cada vez mas asfixiante, hasta el momento en que decide escapar a Berlín, lugar donde se encuentra con su madre y donde planea entrar al conservatorio de música. Para su esposo, y para la familia en general, aceptar la salida de Esty es inconcebible, y el objetivo se convierte en traerla de vuelta al lado del marido abandonado y la indignada comunidad.
Yanki es un hombre sencillo, “normal”, como le dice su tía Malka (Ronit Asheri) cuando Esty pregunta intrigada cómo es su futuro marido. Pero en realidad es todavía un niño, en cuya mente no cabe que alguien pueda pensar por fuera de lo establecido.
Recuperar a Esty se convierte en el objetivo de la serie, una mezcla de drama y thriller, a través de cuyo recorrido nos vamos enterando detalles del pasado, de su situación familiar particular, de por qué se siente diferente, y por qué su deseo de explorar mas allá de las cuatro paredes en donde se la pretende enclaustrar.
El drama está bien manejado en el sentido de que no nos presenta buenos y malos. Aunque nos inclinamos por la independencia de Esty, entendemos también que Yanqui no tiene la culpa en considerar perverso todo lo que sucede fuera de su comunidad. Es todo lo que ha aprendido. Sin embargo, nos quedamos cortos en información acerca de la historia de esta secta y los motivos de su rigidez.
Por eso es interesante complementar con la entrevista suplementaria con los realizadores y la escritora, donde se explica el origen de esta comunidad formada por sobrevivientes del Holocausto quienes creen que tal calamidad fue castigo de Dios, y el objetivo debe ser reproducir los 6 millones que fueron aniquilados. El cuerpo de la mujer se convierte así en una maquinaria insensible que debe cumplir tal objetivo, y los ojos de Esty nos lo hacen sentir.
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