Desde la Ley de las XII Tablas y la Ley Aquilia en el Derecho Romano, quien causa un daño a otra persona debe haber reparación en favor de la víctima, sea por parte de una persona particular o un Estado. Es el caso de China con su coronavirus.
Todo indica que salió del Centro de cultivo de virus en el laboratorio de Wuhan, para convertirse en la pandemia que tiene azotado al mundo, no sólo por los muertos sino por la catástrofe económica a nivel mundial.
Las pandemias no son nuevas. Hace 2000 años hubo la Peste Antonina que mató a 5 millones de personas, en el siglo V tenemos la Plaga de Justiniano que causó la muerte a 30 millones de habitantes, la Peste Negra en 1347 con 200 millones de muertos, la viruela en 1520 con 56 millones, la gripe española en 1919 con 40 millones de muertos, el Sida con 25 millones, el Sars con 700.000, la gripa porcina con 200.000 y el Ébola en el 2014 con 11.000 víctimas fatales.
Lo relevante de esta situación es que casi todas estas pandemias tienen su origen en animales (ratas, murciélagos, cerdos, vacas, gorilas, camellos, entre otros), y en un 90% provienen del Asia, y particularmente de la China, pues los chinos se comen todo lo que se mueva: culebras, sapos, perros, murciélagos, excepto burros porque tienen las orejas grandes, sin importar sus consecuencias sanitarias.
Ahora bien, sería ingenuo pensar que este virus diabólico salió de la nada o como un castigo de Dios, que el mundo estaba necesitando por el aspecto de la superpoblación y la contaminación ambiental y el desequilibrio ecológico. El contexto puede ser otro muy distinto, pues China es la segunda potencia mundial en el aspecto económico y tecnológico y aspira a ser la primera potencia en la próxima década, así que la manipulación del virus y su propagación no es gratis. El problema del COVID19 no es tanto biológico sino político, de alto poder político, y los muertos que van hasta ahora (abril 20/20) de 165.000 víctimas es lo de menos si se compara con las pandemias que ha azotado a la tierra. Lo grave es el impacto económico del mundo especialmente en países desarrollados como los EE.UU, Unión Europea, entre otros, y los que estamos saliendo del barro.
En este contexto, si el COVID-19 fue un accidente o la manipulación irresponsable de un arma biológica, alguien tiene que responder por los daños causados a la humanidad, peor que la Gran Depresión de 1929, como desempleo espantoso, desigualdad social, hambruna, miseria, inseguridad y violencia a todos los niveles. Nos llevó el diablo.
Ante esta situación existe la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya donde los países pueden acudir en busca de justicia para lograr una indemnización pecuniaria en favor de los países víctimas especialmente de los más pobres.
Mientras tanto, caben sanciones morales y económicas y el veto de los productos que vengan de la China.
cuellofrancisco@gmail.com
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