Cuando los hijos inician su vuelo propio para dejar el hogar surgen momentos de fragilidad en la pareja, especialmente en las mujeres que han construido su proyecto de vida sobre la base de una familia regular. El ‘síndrome del nido vacío’ es una etapa que atraviesan las parejas, que se da cuando los hijos dejan el hogar para independizarse, irse a vivir solos o casarse y empiezan a realizar su propia vida.

Las madres sienten el vacío del nido como un vacío en su identidad, por no haber construido otros espacios de desarrollo personal, porque ya no tendrán la responsabilidad de velar por los hijos. Además, la partida de los hijos coincide en muchos casos con la menopausia, y esto agudiza los sentimientos de soledad y falta de sentido. El rol fundamental de la mujer como madre y la relación con los hijos constituyen partes muy importantes de la identidad femenina.

Por lo general, los hombres no sufren estos mismos efectos ya que el rol masculino está socialmente construido sobre otros pilares. En algunos casos este tipo de vacío sucede cuando la partida de los hijos coincide con la jubilación laboral, es en esta etapa de la vida donde el hombre más se siente desubicado.

Los sentimientos de tristeza y de pérdida son normales, y deben entenderse como un proceso de duelo, por lo que es difícil aventurar cuánto pueden durar sus efectos. Hay quienes afirman que el ‘síndrome de nido vacío’ solo es vivido con tristeza cuando el matrimonio tiene poco que compartir. Por eso hay que cuidar y alimentar la relación de pareja. La relación con sus hijos no se terminó, sino que se modificó, y esta es una oportunidad para enriquecerla.

“Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti. Y aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes darles tu amor pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes abrigar sus cuerpos pero no sus almas, porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti. Porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero, sea para la felicidad!” Del poeta Jalil Gibrán.

Por eso, para superar el nido vacío, hay que dejar los hijos en libertad para amar y hacer sus propias vidas. Dejarlos que vuelen solos del nido cuando llegue la hora, sin reclamarles que vuelvan. A ellos un día también les pasará lo mismo, quedarán solos en su nido. Todo se repite.

Por Luz María P. de Palis
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