El Heraldo

Diatriba para un hombre honesto

El amigo, periodista brillante y exitoso, me reitera la pregunta: ¿Qué opinas de mi plan?

El plan es lanzarse como candidato al Senado para enfrentar allí a los enemigos de su causa, idealista y generosa. No sé si me hará caso, pero le digo : sería un error. Abandonarías el campo en que eres fuerte y desde donde puedes continuar contribuyendo a hacer un país mejor, y  entrarías en un terreno donde se usan armas  que no sabes ni quieres manejar. Los políticos no tienen escrúpulos, tú sí los tienes; los políticos solo piensan en ellos y en sus intereses, lo tuyo es el bien público, idea que el buen periodismo consolida día a día y, sobre todo, la de los políticos es una charca de corrupción. En el periodismo hay corruptos, pero no llegan a crear ese ambiente que envuelve a los políticos.

El amigo periodista asintió, pero no sé si podrán más sus ambiciones.

Repaso esa conversación para examinar si hubo excesos y se me ponen delante, atropellándose, los hechos.

Un estudio que acaba de aparecer en los periódicos, el Barómetro de las Américas, mide periódicamente la opinión pública en los países del continente y, en su última edición ha encontrado que en Colombia los electores están dejando de creer en los partidos políticos; los del 40.8 por ciento que hace 4 años creían en los partidos  políticos, en 2012 se redujeron al 31%. Aún más explícito es el otro dato: mientras en los otros países hay un porcentaje de simpatía por los partidos del 60%, aquí está en el 25%. Esto lo confirman otros hechos.

Las encuestas de credibilidad que periódicamente se publican, con esos primeros puestos para las Fuerzas Armadas, para los medios de comunicación o para la Iglesia, siempre coinciden en llenar los últimos puestos con la guerrilla, con el Congreso y los partidos. ¿Por qué el Congreso y los partidos? Porque alrededor de ellos flota, como una nube infecta, la sensación de que entre las curules anida la corrupción. El Barómetro que mencioné antes muestra que en los últimos 5 años esa percepción de corrupción de los políticos pasó del 72.3% al 81.7%.

Todo está conectado con el hecho que internet está registrando en la activa campaña por la eliminación del Congreso, a la que se agrega una denuncia de los privilegios que los congresistas tratan de convertir en ley. No solo quieren meter la mano en los dineros de todos para autodecretarse escandalosas pensiones sino que quieren manipular la justicia para obtener un régimen de impunidad.

En los últimos años más de 80 congresistas han pasado por la cárcel acusados de delitos de paramilitarismo. Esto se lee fácil, pero cuando uno piensa que en el Congreso se sientan políticos que se aliaron con grupos armados para intimidar e imponer el voto del miedo, o para comprar el voto de los electores sobornados y que así llegaron a sus curules, entiende que haya un grupo de colombianos que, contra toda lógica de la democracia, están pidiendo el cierre del Congreso con la ilusión del que autoriza la amputación de uno de sus miembros para que la gangrena no avance.

La comparación parece dura y excesiva. ¿Pero qué se puede pensar de congresistas que aparecen vinculados a matanzas de campesinos, ejecutadas para someter a pequeñas poblaciones y a regiones enteras a  la dictadura del miedo que impone comportamientos electorales, el desplazamiento y el abandono de las tierras? ¿Puede alguien sentir respeto por políticos así?

En el Congreso hay gente así por los votos equivocados que fueron comprados, o impuestos por la intimidación o depositados con irresponsable inconsciencia. Habría que concluir que tenemos los políticos que nos merecemos. Dura conclusión que rechazamos en nombre de los políticos ejemplares, ¡los hay!, y de un electorado consciente pero pasivo. Mientras tanto, amigo periodista, trabajemos desde esta orilla por una patria que no nos haga avergonzar.

Por Javier Darío Restrepo

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