Me asiste la obligación de dar una opinión sobre una, si no la principal, institución hospitalaria que durante muchos años prestó uno de los beneficios más grandes a las poblaciones más necesitadas, no solo del departamento del Atlántico sino de toda la Región Caribe.
Quedarse sin el Cari es como perder el padre de una familia enferma en medio de conflictos sociales, crímenes, guerras fratricidas, dirigentes corruptos, feminicidios, violaciones, numerosos enfermos mentales mezclados en el fragor de una guerra que nunca tendrá vencedores ni vencidos.
Cerrado el Cari en diciembre del 2004, a través de una ley de reestructuración de hospitales, inicia otra etapa con cero kilómetros, sin deudas laborales, con estructura física renovada, dotación y clientela garantizada, y aportes financieros suficientes. Pero no fue así, esa institución en otros tiempos apoyo de las clases más necesitadas, con un grupo de profesionales que entregaron sus vidas, con sacrificio de sus años mozos. Cayó el Cari en los últimos tiempos en una situación vergonzosa de deterioro en todos sus aspectos.
¿A dónde se fueron sus recursos? De personal, financieros, de estructura física, administrativos, científicos. Todo se fue apagando en un indiscutible devenir, en el que los daños fueron cada vez mayores. Según el Gobierno, el Cari está tan mal que no lo salva ni una Ley 550. Después de 13 años de administraciones, por decir algo, equivocadas e irresponsables. No hay quien pueda salvarlo, y mientras tanto miles de pacientes necesitan su reapertura, después de que ya hace unos años se cerró su vecina, la Clínica de los Andes del extinto ISS.
Nada ha podido sustentar su salvamento, ¿el gobernador no tiene quién lo ayude? Solo el deseo y las esperanzas de nuevos medicamentos pueden salvar a un paciente tan crítico, el cual hace trece años fue colocado al manejo de las jaurías políticas, capaces de acabar con todo lo bueno que existió, dejando una de las mayores vergüenzas de manejo hospitalario, con circulación de pacientes fantasmas, sostenido en nóminas de personas, deudas impagables y pérdida de la calidad exigida por el mínimo proceso que pongan la salud en juego.
Al Cari solo puede salvarlo la comunidad que lo necesita, la organización de los entes territoriales y la sociedad civil, para que aprovechen a conciencia un patrimonio que no se puede perder. Se necesita la participación de un Gobierno que ha sido cómplice del estado de postración a la que llega esta institución, gloria y ejemplo en otros tiempos. Organizar a través de una participación pública-privada todos los caminos que lleven a impedir su cierre definitivo. Desaparecer los manejos políticos –que hundiendo todos los principios serios– colocaron los intereses personales mezquinos por encima de los generales.
Que el estamento científico sea respetado por encima de los intereses politiqueros y regresen los más representativos de los trabajadores de la salud. Que la clase privada, comerciantes y gremios participen. Que vuelvan sus ojos a este centro con respeto, con la gran oportunidad de ayudar a todos aquellos que lo necesitan. Que se vigilen las actuaciones día a día entre clase privada y pública, para que no se siga manejando una entidad de ayuda al necesitado, para el beneficio de unos pocos. Lo que se sugiere no es contra personas, es para favorecer en forma general a una población que se debate en los paseos de la muerte sin atención hospitalaria oportuna, en donde la principal causa de muerte es la negligencia y la demora en la respuesta al creciente número de patologías que sin ningún orden son desatendidas en forma permanente. Propongo un frente único para salvar el hospital. Los que no han participado, no olviden que muchas veces se peca no solo por acción sino por omisión.
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