El Heraldo
Opinión

Amor incondicional

En internet ha circulado el video de Matthew Christian, un chico que graba el momento en el que ha decidido contarle a su madre que es gay. Es delgado, su cabello castaño claro cae sobre su rostro y tiene la fragilidad de la gente de su edad. Su madre es una señora robusta, lleva el pelo corto y la cara lavada. Allí, sentada al lado de su hijo en medio de la cocina de su casa, no parece ser otra cosa más que una madre. Ya saben, una madre común y corriente. El estereótipo clásico de la mujer que cuida de sus hijos y hace los quehaceres domésticos. No parece una activista de derechos humanos ni encarna la imagen de una intelectual posmoderna. Su hijo se nota angustiado y ya, con ella a su lado, no está tan seguro de ser capaz de hablar. La madre lo anima y le dice algo fundamental “Nada de lo que me cuentes hará que deje de quererte y lo sabes”. Es evidente que Matthew no se atreve, no es fácil. Ante su dificultad la madre le pregunta “¿Es sobre chicos y chicas? ¿eres gay? No pasa nada, cariño” Matthew hace un gesto de afirmación con la cabeza y rompe en llanto, entre sollozos le dice a su madre que lo siente y ella lo abraza. “No lo sientas, te quiero pase lo que pase, ¿no lo sabías? Solo quiero que seas feliz”, dice la madre de Matthew. Al final cambia el tono de su voz, quizá desaparece ligeramente esa empalagosa dulzura, lo mira de frente y habla en serio. Se nota la firmeza en cada palabra cuando le dice “No quiero que la gente sea mala contigo. No quiero que la gente tenga prejuicios. Tú no puedes cambiar como eres, cariño, naces tal cual eres. No te preocupes”.

Matthew sube el video en su canal de Youtube y para la fecha tiene poco más de 565.000 reproducciones, y ha sido compartido en distintos medios de comunicación. Lo que hace tan especial el video de este adolescente es lo mismo que atormenta a la mayoría de los chicos y chicas que enfrentan una situación similar: Mamás como la de Matthew son excepcionales. Estamos tan dominados por las reglas del patriarcado heteronormativo que la homosexualidad de los hijos es interpretada como fracaso, como enfermadad o culpa. Esas promesas de amor incondicional a los hijos son una farsa en la gran mayoría de los casos. Nada más mentiroso. Muchos padres adoran a sus hijos e hijas solo si cumplen con las expectativas asignadas por los imaginarios sexistas. La familia, entonces, se comporta como un mercenario al servicio de la defensa de las lógicas patriarcales heteronormativas, que no está dispuesta a aceptar un gay o una lesbiana como derrota. 

De eso está lleno el mundo, de padres amorosos que se pavonean de su gran amor incondicional y abnegado, padres sacrificados que aman a sus hijos más que a ellos mismos, más que a nadie en el mundo, hasta darían la vida por ellos. Claro, con un pequeño detalle, solo si son heterosexuales. Puro amor del bueno (sarcasmo). 

@ayolaclaudia
ayolaclaudia1@gmail.com

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