En días pasados la Alcaldía de Barranquilla radicó ante el Concejo el Plan de Desarrollo 2020-2023 propuesto para la ciudad, con sus ejes de trabajo y las billonarias inversiones previstas en cada uno de los mismos. Equidad, prosperidad, conectividad y biodiversidad son las líneas fuertes de la apuesta del Ejecutivo local en medio de esta imprevisible crisis que, seguramente, implicará ajustes y matices.
Sin discutir la pertinencia de lo planteado, y otorgando un necesario compás de espera para poder evaluar y opinar sobre lo ejecutado, llama la atención que la cultura no aparece en lo que se socializa. En las notas de prensa no se encuentra la palabra, y en las comunicaciones oficiales a las que se accede en los medios digitales de la Alcaldía apenas se menciona tangencialmente, sin mayor énfasis y mucho menos profundidad.
Como definiciones de cultura podemos encontrar por cientos (confieso que la que más me gusta está en la ley 397, firmada un 7 de agosto de 1997 en el edificio de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, ese mismo que ahora se está cayendo mientras la responsabilidad se la siguen chutando de lado a lado), la inquietud que estas líneas pretenden plantear pasa por las industrias culturales y la infraestructura que las mismas puedan requerir. El aporte del sector a las dinámicas sociales y económicas de la ciudad es significativo, empezando por el Carnaval y siguiendo con muchos loables y necesarios esfuerzos de fundaciones y entidades que hoy se baten entre la incertidumbre, el desasosiego y hasta la invisibilidad.
El tema no pasa por asignar algunos recursos (que mal no caerían) o en apoyar gestiones para créditos blandos o redefiniciones de los modelos. Eso puede que sirva en el inicio de la coyuntura, pero sin una concepción y derroteros claros que hagan parte hoy, mañana y siempre, de la hoja de ruta del desarrollo local, el problema se aplaza sin resolverse; y cierto es que llevamos mucho rato aplazando. Valdría incluso la pena revisar políticas y acciones en otras ciudades del país, empezando por Bogotá. Sin ser perfecto, mucho se puede aprender.
La idea, en síntesis, es que lo cultural sea tan importante e imprescindible en la formulación de un Plan de Desarrollo como cualquier otro tema por vital y prioritario. Con esa base, y con el necesario concurso del mismo sector, se procurará entonces cambiar el imaginario que acompaña a la cultura y el arte como ligados a mecenazgos eternos o a eventos pasajeros u olvidables. Se necesita un Plan equitativo, próspero, conectado y biodiverso; todo permeado y apuntalado por la cultura y la participación. Mucho tiene para contribuir el sector, pero se necesita confianza en la apuesta. En tiempos en los que innovar es necesario, bueno sería atreverse.
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@alfredosabbagh