Escribo este texto con el lado izquierdo de mi cerebro. Dejo momentáneamente dormido al director, para darle paso al productor. Creo que es urgente que el sector audiovisual de Barranquilla, nuestra dirigencia y los sectores productivos, reciban este mensaje.
Colombia es hoy una potencia cinematográfica emergente en América Latina. Puede sonar pretencioso, pero todos los análisis cualitativos y cuantitativos así lo demuestran. Nuestras películas han conquistado el mundo entero, nuestros artistas y técnicos desbordan creatividad y talento, la industria audiovisual es el sector que más aporta a la economía naranja nacional y todo indica, además, que seguiremos creciendo, artística y económicamente.
Por otro lado y hay que decirlo, nos falta mucho aún en términos de agremiación y organización, así como también carecemos de mecanismos que ayuden, por lo menos, a mitigar la difícil relación con nuestro público. De igual manera somos, en términos generales, muy limitados mercadeando y promocionando nuestros productos, más allá de que los presupuestos muchas veces no ayudan. Pero es innegable que, en muy poco tiempo, el sector ha obtenido unos logros históricos.
¿Cómo ha sido posible esto? La respuesta es sencilla: nuestras políticas públicas cinematográficas son un ejemplo, como pocos en el país, de eficiencia y transparencia. Los resultados son más que contundentes: entre 2004 y 2015 se efectuaron donaciones e inversiones privadas al cine, a través de la Ley 814, por 161.989 millones de pesos; se recaudaron, en este mismo lapso de tiempo, 148.705 millones de pesos provenientes de exhibidores, distribuidores y productores, que han posibilitado un increíble portafolio de convocatorias para el sector; y pasamos de 3 o 4 películas anuales a 36 el año pasado.
Sin embargo, el Estado no se ha dormido en sus laureles y continúa buscando opciones para dinamizar el sector. En 2012 complementó la Ley 814 con la 1556, que busca incentivar filmaciones internacionales en nuestro territorio. Gracias a esta nueva ley, 19 proyectos han dejado 83.424 millones de pesos invertidos en Colombia, generando además 2.000 puestos de trabajo para personal técnico y artístico colombiano. Bogotá, Medellín, Villavicencio Valledupar, Santa Marta, Bahía Solano, Cartagena, Anapoima, Guasca, Choachí, La Calera y Santa Fe de Antioquia, entre otros municipios, han visto llegar rodajes internacionales de diferentes dimensiones. Y ya nuestras ciudades principales están organizándose para tomar la delantera.
Bogotá creó una comisión fílmica local y organizó el tema de la “ventanilla única”, para aligerar la consecución de permisos. La Cámara de Comercio cofinancia el BAM (Bogotá Audiovisual Market) que sí, ofrece oportunidades para empresas y creadores de todo el país, pero que por supuesto, impacta en primera instancia el tejido empresarial de la capital. Medellín creó también una comisión fílmica, pero además, ofrece estímulos adicionales a los de la Ley 1556, apoyando producciones que hagan una inversión mínima de 465 salarios mínimos, con contraprestaciones del 10 por ciento para las productoras de otros lugares del país y de un 15 por ciento para las locales. ¿Qué estamos haciendo en Barranquilla y el Atlántico para no quedarnos por fuera de esta gran revolución cultural y económica?
Como pocas veces, nuestros gobiernos, distrital y departamental, están construyendo una hoja de ruta conjunta, en muchos temas. Además, ambos Secretarios de Cultura parecen están deseosos de trabajar codo a codo con el sector. ¿Pero dónde está el sector? Lo conozco bastante bien. Está conformado por profesionales creativos y luchadores que no han permitido que lo audiovisual desaparezca, ni en los momentos más difíciles. Todos los días surge un joven nuevo, talentoso, que tiene historias por contar y capacidad de trabajo por aportar. Pero cuando cualquier circunstancia nos convoca, una gran bola de heno aparece en el recinto. Lo entiendo, todos estamos sacando adelante nuestras vidas, luchas y proyectos. Intentos previos de organización han dejado un tufillo de inutilidad que no se supera en un día. Pero el momento es ahora o nunca, colegas. Todo está dado para soñar en grande. ¿Hasta dónde llegaremos? No lo sé. Pero si sé que tenemos una responsabilidad histórica y una oportunidad que quizá no se repita, en mucho tiempo.