Hoy quiero hablarles de algo fundamental para la salud de nuestra democracia: la necesidad de un relevo en el Senado. No se trata de nombres ni partidos, se trata de principios, de futuro y de confianza en nuestras instituciones.
¿Y por qué es necesario ese relevo? Por tres razones fundamentales. En primer lugar, porque el Congreso no puede seguir siendo un refugio para la corrupción. La crisis de legitimidad del órgano legislativo es profunda. Los recientes escándalos no son hechos aislados, son síntomas de una enfermedad crónica.
Dos expresidentes del Congreso fueron detenidos por recibir sobornos millonarios para aprobar reformas del gobierno y más de treinta congresistas están siendo investigados por contratos irregulares en entidades como Invías, Ministerio del Deporte y la UNGRD, con cifras que superan los 92 mil millones de pesos. ¿Cómo confiar en quienes legislan cuando su prioridad parece ser el enriquecimiento personal?
La ciudadanía percibe al Congreso como un club de privilegios y no como una institución democrática. El poder prolongado genera riesgos. Cuando alguien permanece demasiado tiempo en el mismo cargo, se crean redes intrincadas de controlar, y eso abre la puerta al clientelismo y la corrupción. Un relevo periódico es la mejor vacuna contra esos males.
En segundo lugar, porque el costo de la mediocridad y la ineficiencia legislativa nos está saliendo muy caro. Desde 2022 se han radicado más de 2.000 proyectos de ley, pero apenas el 5 % se convirtió en norma. Proyectos cruciales como la Jurisdicción Agraria y reformas sociales siguen estancados por falta de quórum y campañas anticipadas para la reelección. El ausentismo crónico y la desconexión con las necesidades de los ciudadanos son la regla, no la excepción.
Cada sesión vacía es un golpe a la esperanza de millones de colombianos y de millones de recursos públicos botados a la basura. Cada congresista le cuesta a los colombianos mensualmente $51,5 millones en salarios, $71,1 millones en asesores (UTL), $34,8 millones en escoltas y camionetas blindadas, $20 millones en viáticos y comisiones, y otros millonarios gastos en oficinas, tecnología y servicios generales.
En tercer lugar, porque el Congreso de la República, llamado a ser el corazón de la democracia, atraviesa una crisis que amenaza la estabilidad institucional del país. La mediocridad legislativa y prácticas clientelistas han erosionado la confianza ciudadana en una institución que debería garantizar el equilibrio de poderes y la representación popular.
Un relevo revitaliza el Senado, lo hace más eficiente y más cercano a la ciudadanía. Por todo esto, no hablamos de un capricho, hablamos de una necesidad. Es hora de abrir las puertas, de oxigenar la política, de devolverle al Senado su esencia: servir al pueblo y no a intereses perpetuos.
El mundo cambia, y nuestras leyes deben cambiar con él. Hoy hablamos de tecnología, sostenibilidad, derechos digitales. ¿Cómo vamos a legislar para el futuro si seguimos pensando con esquemas perversos del pasado? Necesitamos senadores que estén a la altura de los tiempos. Cuando el poder se estanca, la sociedad se ahoga. El relevo no es un riesgo, es la garantía de que la democracia respira.
@indadangond








