El dos de octubre hace nueve años ganó el No en el plebiscito. Lo hizo contra todo y contra todos.
El Gobierno intentó ensuciar ese triunfo heroico diciendo que fue resultado del miedo y las mentiras. Fue al revés. Fueron muchas las trampas y mentiras de Santos y los promotores del Sí.
Resalto algunas: Dividieron el país entre “amigos y enemigos de la paz” y se les llenó la boca para sostener que “la guerra ha terminado”. Además de las “disidencias’, que jamás entraron a la negociación, los jefes negociadores, Márquez y compañía, las “reincidencias”, volvieron a matar.
Hoy no hay paz y las Farc tienen 7.925 hombres entre enfusilados y redes de apoyo.
Amenazaron con más violencia y además en las ciudades. “Si el plebiscito para la paz no se aprueba, volveremos al conflicto. Las Farc están preparadas para la guerra urbana”, dijo Santos. ¿Quiénes sembraron miedo?
Dijeron que con el pacto “las Farc se cambian de bando y acordamos que nos ayuden a erradicar el narcotráfico de Colombia”, hablaron de un “cambio de paradigma” en la lucha contra el narcotráfico y de un “histórico nuevo enfoque”.
Para el 2013, cuando todavía se seguía con las políticas de Uribe, en el país había solo 48.000 hectáreas de coca y la producción de cocaína se había desplomado a 290 toneladas. Como advertimos los defensores del No, todo cambió tras la firma en el 2014 del componente de narcotráfico.
Santos pactó un largo listado de incentivos perversos al narcotráfico y tomó decisiones que, desde prohibir desde el Minsalud el uso del glifosato hasta tratar el narcotráfico como un delito conexo al político, explican que hoy estemos inundados de coca.
Santos también afirmó que “está claro [que] tiene que haber una pena privativa de la libertad” y que si las Farc decía que “no quiere ser la primera guerrilla en el mundo que entrega las armas para irse a la cárcel, nosotros les decimos, pues el mundo ha cambiado”.
Sabemos el resultado: ni cárcel ni ningún tipo de pena privativa de la libertad. Fue lo que dijimos que aseguraba la JEP, sobre la que también advertimos que sería un tribunal de impunidad de facto y de persecución de los militares y policías, como ha sido.
Santos también sostuvo que las Farc no tendrían curules directas en el Congreso, “gratis no, se la tienen que ganar, tienen que ir a campaña”.
La victoria del No fue un triunfo de la ciudadanía y de la opinión argumentada. El No ganó por la fuerza de sus ideas, por sus posiciones en defensa de la democracia y la justicia, por el acierto en resaltar los enormes problemas del pacto, en particular la impunidad, el premio a los criminales dándoles beneficios y prerrogativas que no tenemos los que nunca hemos delinquido, y los incentivos para el narcotráfico y nuevas violencias. El tiempo nos ha dado la razón.