Dime de qué te jactas, y te diré de qué careces. Con esta frase me educó mi mamá, pues para ella, quien a veces peca con imprudencias por ser siempre tan transparente, la honestidad es uno de los pilares que conllevan al éxito. Sin embargo, para muchos, especialmente para aquellos que no tienen muy claro que las promesas siempre deben ir acompañadas de acciones, la honestidad no hace parte de los valores de quienes quieren ser ganadores, pues, para estos, la clave está en saber cómo venderse bien, en llegar a un fin justificando los medios y en disfrazar las falencias con un maquillaje de palabras fuertes y bonitas.

Sin lugar a dudas, un perfecto ejemplo de este tipo de personas es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya que, literalmente, se vendió como el Mesías que salvaría al país de la ruina, el que crearía un sistema de salud tan perfecto que nadie iba a pagar y todos iban a tener cobertura, el que jamás obstruiría la justicia como tantos otros lo habían hecho antes que él, el que nunca pondría en riesgo la información confidencial de la nación, el que solucionaría el problema de inmigración ilegal construyendo una pared que, desde el principio, se supondría carísima e ineficiente, el que quitaría los impuestos y el que le mejoraría la calidad de vida a los americanos trabajadores.

La verdad sea dicha, el tipo no ha cumplido con nada y, peor aún, ha demostrado ser un remedio mucho más dañino que la propia enfermedad. No solo destituyó al director del FBI, James Comey, por no cumplir su deseo de archivar un proceso de investigación contra su polémico ex consejero de Seguridad Nacional Michael Flynn, una clara demostración de obstrucción a la justicia; no solo planteó una reforma a la salud que, a diferencia de lo que prometió, recortaría el aporte de los más ricos y disminuiría rotundamente la cobertura para los más pobres; no solo dio información confidencial a los rusos en una reunión en el despacho Oval, contradiciendo sus afirmaciones que lo hacían ver como un hombre prudente; no solo ya ha dado muestras de que jamás logrará construir la famosa pared que ‘supuestamente’ le quitaría el dolor de cabeza de inmigración a su país, y por la que muchos ingenuamente votaron por él, sino que, ahora, va a terminar, literalmente, acabando con el mundo entero.

Si bien el Acuerdo de París no solucionaba completamente el problema ambiental, por lo menos ayudaba a disminuir el desastre climático, y ayudaba a prender las alarmas del mundo que habían logrado concientizar a mucha gente. El hecho de que haya sacado a EEUU de este acuerdo, únicamente para seguir acabando con los recursos naturales y, eventualmente, seguir engrosando los bolsillos de los más ricos, es preocupante no solo para su nación, sino para todas las naciones del mundo, ya que, a pesar de lo que él y muchos de sus seguidores digan, esto del calentamiento global sí es una realidad y no puede ser solucionado con oraciones.

Donald Trump es como ese empleado que en su entrevista de trabajo se vende mejor que su propia hoja de vida, y dice que sabe hablar cuatro idiomas, cuando en la realidad casi no entiende su propia lengua materna.

Y, lo más triste de todo es que tiene un contrato por cuatro años.