La nueva película de la directora francesa Nicole García, que hizo parte de la selección oficial del Festival de Cannes en 2016, puede catalogarse como un melodrama; pero para el caso podríamos cuestionar si la lucha por el derecho de una mujer a expresar libremente el amor y la pasión en un medio adverso, como lo representa esta cinta, no implica de por sí dicho género.

Un momento de amor es una adaptación de la novela Mal de Pierres, de la escritora italiana Milena Agis, con guion de Nicole García y Jacques Fieschi. La película sucede en los años 50 y cuenta la historia de Gabrielle (Marion Cotillard), una joven sofisticada con ambiciones y sueños que trascienden el medio rural donde vive. Esto la saca de los patrones tradicionales y moralistas imperantes, y su actitud de desafío hacia la familia y hacia la Iglesia resulta escandalosa, hasta el punto de ser considerada loca.

Los padres buscan ayudarla, y para evitar recluirla en un hospital psiquiátrico, no encuentran más recurso que un arreglo matrimonial con un obrero español refugiado del franquismo, José (Alex Brendemuhl), quien acepta el pacto económico ofrecido por la madre y las restricciones impuestas por la misma Gabrielle.

Pero muy pronto Gabrielle enferma y debe ser internada en una clínica en los Alpes suizos, con un episodio incierto de cálculos renales, cuya terminología en francés da el título original al libro y a la película, sirviendo de metáfora para definir el tormento no solo físico sino emocional que la aqueja.

En la clínica, Gabrielle conoce a un veterano de la guerra de Indochina, el teniente Andre Sauvage (Louis Garrel), quien haciendo honor a su apellido, comparte con ella una salvaje relación durante su convalecencia, que incluye la pasión por el piano –Tchaikovski en particular– devolviéndole los sueños y el deseo de vivir.

La historia toma vuelcos imprevisibles compensados por la extraordinaria actuación de Cotillard, la fotografía de Christophe Beaucarne, la música de Daniel Pemberton y los paisajes suizos que crean un marco maravilloso para esta equívoca historia de amor.

Pero a pesar de los insólitos giros y el inesperado final, el tema central de la cinta sigue siendo válido, considerando que aún con los cambios propuestos por la revolución sexual una década después de la que vive Gabrielle, la condición de la mujer permanece igual en muchos sentidos. Hasta el día de hoy persisten patrones que la definen con actitud sumisa en su rol de madre, esposa o hija, privada de independencia y autonomía.

Son estos esquemas sociales los que hacen tan incómodo manifestar la sexualidad femenina de manera abierta, y le dan connotación negativa y reprochable a comportamientos que en el hombre son totalmente admisibles y válidos. No es casual que en este film quienes se atreven a entablar una relación con Gabrielle hayan sido víctimas de un pasado común marcado por las fuertes experiencias de la guerra y la proximidad a la muerte.