A veces toca que pase una tragedia para que abramos los ojos. Y este, lastimosamente, ha sido el caso para Mocoa. Creo que para la gran mayoría de los colombianos, la capital del Putumayo hasta este viernes pasado solía ser un lugar inexistente, lejano, distante y desconectado. Literalmente, para muchos, pareciera como si de otro país se tratara.

Lo peor de todo es que me encantaría poder decirles que, a diferencia de esa gran mayoría, yo hacía parte del pequeño porcentaje que sabía todo acerca de ese pueblo olvidado. Me encantaría poder decirles que yo no alimentaba las filas de los que solo sabían acerca de Mocoa porque se aprendieron los nombres de las capitales de los departamentos en el colegio, y que, por el contrario, tenía claro acerca de su situación socioeconómica y ambiental. Me encantaría poder decirles que yo no solo creía que esa tierra en el sur del país solo significaba que era un lugar ‘caliente de violencia’.

Me gustaría, pero estaría mintiendo. Pues este país es tan centralista, que para muchos medios de comunicación, Colombia comienza y termina en Bogotá. Las provincias, especialmente aquellas que se encuentran en el sur y en el oriente de la nación, solo son mencionadas cuando algo terrible ha sucedido. De resto, sus quejas y reclamos se quedan en el aire.

Es impresionante que muchos no supiéramos acerca de aquel ‘trampolín de la muerte’, una vía que conecta a Mocoa con Pasto, y que en cien años le ha quitado muchas más vidas a esta región que las que cayeron en el desastre del pasado viernes. ¿Cómo es posible que los medios de comunicación hayan registrado tan poquito acerca de esto? ¿Cómo no le dieron la importancia que se necesitaba? ¿Cómo es que el Gobierno Nacional y las entidades departamentales no se han logrado poner de acuerdo? ¿Cómo es que hay $450.000 millones de pesos enredados y veinticinco estudios desechados, y nadie se había alarmado significativamente?

Si hoy en día existiera esa vía que iría desde San Francisco hasta Mocoa, la ayuda humanitaria llegaría más rápido. En vez de tener que hacer todo por aire o demorarse casi ocho horas llegando por Pitalito, hoy se estaría cogiendo una carretera de dos horas. Pero como Colombia lleva tanto tiempo quedándole mal a los habitantes del Putumayo, como sucede con muchos otros departamentos que han sido golpeados enormemente por la violencia, hoy el desastre es el doble de grande. Hoy todo es doblemente complicado.

Le quedamos mal a Mocoa cuando no se escucharon las alarmas ambientales. Le quedamos mal a Mocoa cuando nadie les paró bolas con su ‘trampolín de la muerte’. Le quedamos mal a Mocoa por no haber sabido darles eco a sus desgracias. Tuvieron que morirse 300 personas y tuvo que borrarse del mapa una parte la ciudad para que hoy estuviéramos ayudando a enmendar errores de muchos años.

Solo espero que esto no se quede en historias amarillistas, y que realmente reconstruyamos lo que nunca estuvo bien construido. Porque ya estamos cansados de tragedias que pudieron haber no sido.