Los tambores suenan. Las cumbiamberas coquetean. El sol es penetrante. Las calles se transforman en verbenas. La música se apodera de los cuerpos. No existen las diferencias. Todos somos uno solo; puro sabor, alegría y danza. El Carnaval de Barranquilla es uno de los eventos culturales más importantes del país. Sus colores y diversidad lo hacen uno de los mejores carnavales del mundo.

La Batalla de Flores se celebra el sábado de carnaval. Su esencia representa paz y perdón. El general Heriberto Vengoechea creó la celebración en 1903, al ser firmada la paz y en pleno fin de la guerra de los Mil Días. El objetivo era cambiar balas por flores. Lágrimas por sonrisas. Odio por amor. La simbología, que define al evento más reconocido del carnaval, debería ser ejemplo para todos los colombianos. Es posible acabar con la guerra, abrir un nuevo capítulo en nuestra historia y bailarle a la vida.

La mayoría de barranquilleros recordamos nuestra primera Batalla de Flores. Mi mamá es una carnavalera incansable. Desde su juventud la danza determina su identidad. Es bailarina, amante del folclore y eterna enamorada de su tierra. A mis 4 años participé en la Batalla de Flores. Vestida de cumbiambera me recorrí casi toda la Vía Cuarenta. Al lado de mi mamá, una cumbiambera por naturaleza. Mi papá es llanero y fue criado en Bogotá. El típico cachaco que no sabe bailar y pasa pena en carnaval. Fue nuestra primera Batalla de Flores, la única que hemos disfrutado agarrados de la mano. Mi mamá bailaba y él me cuidaba. El pobre se insoló, le salieron peladuras en los pies, estaba rojo como un camarón, corría detrás de mí mientras yo me dejaba envolver por el grupo de millo y la espontaneidad de la gente. Era tan solo una bebé cuando el carnaval se adueñó de mi alma. Mi primera Batalla de Flores fue junto a una costeña y un cachaco, parecía el capítulo de una telenovela. Es la magia de Barranquilla y su carnaval. La ficción seduce a la realidad. Sin importar nacionalidad, raza, edad, clase social o sexo, todos celebramos unidos.

Los barranquilleros adoramos nuestro carnaval. Nos sentimos orgullosos de nuestra ciudad. Recibimos con entusiasmo a quienes nos visitan. Aquí nació Sofía Vergara, con su desparpajo cautivó a Hollywood. De igual manera, Shakira con su talento y sensual movimiento de cadera conquistó rincones inimaginables. Logró que millones de personas cantaran: “En Barranquilla se baila así”, vestida de cumbiambera y con los sonidos del carnaval.

La Arenosa, Quillita, La puerta de oro de Colombia, Curramba la Bella, Ciudad de brazos abiertos y tantos apodos, que precisan a Barranquilla, dan una pista de lo que nos define. El sabor de mi pueblo no lo cambio por nada. El carnaval que nos hace gozar, perdonar y aprender a entender la diversidad es un regalo que nos dio la vida y que compartimos con el mundo entero. Como dijo la quilleracanadiense: “Barranquilla, quien no te conoce, te sueña; quien te conoce, nunca te olvida”.

A disfrutar la Batalla de Flores y toda la festividad. Olvidémonos un rato de los problemas, dejemos que la alegría invada nuestros corazones, cambiemos balas por flores, recordemos que Macondo es tan real como mágico. Y, aunque estoy lejos, siempre afirmo con convicción: “En Barranquilla me quedo”.

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