Pregunta: Mi hijo de 15 años acusó a su hermana de 13 de que “estaba entrompada con el novio”. Antes decíamos ‘martillar’. GRP, n. d.
Respuesta: ‘Martillar’ es un término en desuso que en la Costa alude al hecho de besar apasionadamente. En el diccionario, como segunda acepción de ‘martillar’ figura ‘oprimir’, que, a su vez, significa “ejercer presión”, la misma que hacen dos bocas cuando se besan con ardor, lo que nos aclara el empleo del vocablo como necesidad expresiva y no como invención extravagante. En un catálogo de costeñismos encontré que ‘martillar’ tiene sinónimos como ‘entrompar’ (besar con intensidad), ‘trillar’ (comprimir a alguien) y ‘machucar’ (estrujar, apretar o abrazar), todo lo cual se aviene con la idea de ‘martillar’ que hemos expuesto. En épocas pasadas, cuando se enseñoreaba la mojigatería, los jóvenes, con frecuencia, ‘martillábamos’ en lugares que propiciaran la clandestinidad, como un espacio apartado o la penumbra de un cine.
P.: Origen de la palabra ‘matarratón’, el árbol de nuestra ciudad. Edgardo Herazo, Barranquilla.
R.: En la Costa, ‘matarratón’ es el árbol tropical de nombre científico Gliricidia sepium. Se da desde México hasta el norte de Suramérica con distintas denominaciones. El blog Maracucholario Plus dice que el vocablo “matarratón” proviene de los españoles, que así lo llamaron porque “su raíz produce una sustancia venenosa que es raticida”. El libro El milagro de las plantas, de varios autores, indica que “semillas, corteza, hojas y raíces son usadas por su efecto raticida e insecticida”, y que sirve como forraje para el ganado; para dar sombra; como cerca viva; para recuperar los suelos al fijar el nitrógeno, y para tratar afecciones de la piel, picaduras de insectos, úlceras y otras dolencias.
P.: Leí ‘Cien años de soledad’. No entiendo dónde reside su grandeza. AYZ, n. d.
R.: Reside en el hábil manejo del tiempo y el espacio para narrar la fundación, el desarrollo y la decadencia de Macondo, el pueblo mítico y perdido donde transcurre la leyenda de los Buendía, una familia sencilla que en seis generaciones subsiste más de cien años. Inmersos en una vida que desgasta y castiga y en la soledad que les genera su aislamiento, lo que implica locura, violencia y angustia, ellos escapan de esa situación matizándola con elementos maravillosos, insólitos y fantásticos, como apariciones (la de Prudencio Aguilar), levitaciones (Remedios, la Bella, que asciende al cielo en cuerpo y alma), adivinaciones y presentimientos (los de Pilar Ternera), imaginación desbordada (la de José Arcadio Buendía)… Además, la obra se hace épica al mostrar algo de la historia de Colombia, como las guerras civiles de los siglos XIX y XX. Desde ese contexto épico, pero mostrando las costumbres de los habitantes de la Costa, la novela cobra una monumentalidad que trasciende las fronteras nacionales y la convierte en creación universal.
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