Donald Trump cree que tiene un mesenterio.
Ese órgano, que dijo haber descubierto un grupo de científicos irlandeses, es un doble pliegue que une el intestino con la pared del abdomen.
Su función es defender todo el sistema digestivo frente a los acechos de las infecciones, según se puede desprender del hallazgo.
Su discurso en defensa de la identidad norteamericana, por tanto, fue toda una postura mesenterial (no visceral).
Desde las entrañas mesenteriales lanzó diatribas contra los negros que se han aprovechado del sistema de salud, los gais que han ofendido a la familia, los productores extranjeros que han llenado los malls de mercadería barata, los economistas globales que han creído en las bondades de la liberación, y todo aquello que representara un riesgo para la doctrina: norteamericano compra, contrata y ayuda a norteamericanos.
Los latinos, por supuesto, fungen también como invasores. Esta “gentuza” no ha de llevarse más los dólares que tanto necesita el país y mucho menos la cultura.
Por eso, uno de los primeros actos de gobierno de Trump fue acabar con la página en español que tenía la Casa Blanca.
Al hacerlo mandó un mensaje no solo a los colombianos, guatemaltecos o mexicanos que están dentro de su muro imaginario, sino a los 560 millones herederos de Cervantes.
No importa que esta sea la segunda lengua materna del mundo, después del mandarín de China, porque la doctrina agrega: norteamericano habla inglés. Y punto.
Pero aquí hay negación a las infinitas posibilidades que ofrece nuestro mundo.
Por ejemplo: él no tiene realmente lo que cree tener.
Científicos colombianos descubrieron hace mucho tiempo que el famoso mesenterio no es un órgano independiente sino un segmento del peritoneo y que está localizado en su parte dorsal.
Lo que ocurrió es que la revista The Lancet rastreó literatura médica solo en inglés, por aquello de que el gran conocimiento científico circula en ese idioma, y procedió a avalar la revelación de los irlandeses. Pero el libro de los investigadores colombianos –El peritoneo: descripción de un nuevo síndrome, falla peritoneal– estaba escrito en español. Es decir, lo que aquellos descubrieron es algo así como que la Tierra es cuadrada, cuando siempre ha sido redonda.
Eso bien podría generar la reflexión de que el mundo hispanohablante debería acercarse a la lengua de Shakespeare, para hacerle conocer sus saberes.
En las escuelas y en las universidades propugnamos por el bilingüismo, como una alternativa de aprehensión de un mundo global en el que algunos líderes ya han empezado a dejar de creer, como se nota.
Pero permítanme preguntar hoy: ¿De cuánto no se está privando el mundo anglosajón por no hablar la lengua prohibida?
Trump hizo mal, no por nosotros sino por él y lo que representa. Y créanme que esta no es una postura peritoneal.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM