La gente no quiere que tú juegues tenis, o si juegas no quieren que ganes. Te dicen todo el tiempo cosas para convencerte de que no eres apto, no tienes las condiciones necesarias o no debes hacer esto y aquello. Pero, por suerte, tú, que eres tenista, además, ¡eres sordo!

“¡Es muy bajito, no va a llegar!”. “¡No puede sacar, tiene una ampolla!”. “¡Tiene una uña encarnada, le duele, no puede correr!”. “¡Tiene un desbalance en la cadera, debe corregirlo para no lesionarse!”. “¡Con esa técnica no va a ir a ningún lado!”. “¡Es muy viejo!”. “¡Es muy joven!”. Todo el tiempo te dicen cosas.

Diego Schwartzman (54 ATP), con un optimista metro setenta, pasó a segunda ronda en Australia; Andrey Kuznetzov (45 ATP), con una evidente disfunción en la cadera, casi da la sorpresa con Nishikori; Muguruza ganó con una lesión en el abductor, Duckhee Lee (148 ATP), tenista surcoreano sordomudo de 18 años. Y sigue la lista…

Todos los días me sorprende alguna nueva teoría para suponer un límite, pero gracias a que todos los tenistas son sordos, se desmiente de inmediato.

Prueba de ello es la británica Francesca Jones, que con 16 años está disputando el Mundial Juvenil de Tenis en el Country Club y tiene una discapacidad de nacimiento en sus manos y pies. Padece el Síndrome de EED (Ectrodactilia-Displacia Ectodérmica), una anomalía genética que impide el normal desarrollo de los dedos, tanto de las manos como de los pies. Por ello ha sido operada 3 veces en sus muñecas.

Por suerte, Francesca es sorda, aunque ella no lo sabe. Escucha algunas cosas, pero no escucha a los depredadores que pueden decir que no debe jugar al tenis o que no puede ser la #82 del mundo en el ranking junior.

Ayer estuvo en acción. Es la siembra número 6 del torneo juvenil, con menos dedos que las demás, pero con muchísimo corazón, quizás más que los demás. Y, además, sorda… ¡Por suerte!