El video muestra a unos uniformados que llegan a la casa de una familia, en Tierralta, Córdoba, para rescatar a un niño a quien su madre, como castigo, había amarrado a un palo. La madre fue acusada por los vecinos y luego arrestada por la policía. En el video podemos escucharla suplicando para que no le quiten a su hijo.
Un segundo video muestra a la mujer arrepentida, ofreciendo su mea culpa a todos nosotros, sus jueces implacables, a nosotros que nos llevamos la mano a la boca mientras exclamábamos ¡mala madre! “¿Por qué amarrabas a tu hijo?” Le pregunta el periodista. Detrás de la mujer se ve una calle de tierra en donde juegan muchos niños y niñas descalzos, un muro a medio construir; testimonios de la situación vulnerable en la que vive la familia. La mujer contesta, tiene varias razones: la primera “porque varias veces casi me lo atropella una moto y también porque me botó la comida del mediodía, el agua de tomar, pero lo hice para no pegarle porque ya no hacía caso”. Es decir, la mujer nos dice que no daba abasto cuidar y disciplinar a su hijo, hacer de comer y probablemente trabajar. Nos dice que está frustrada porque el niño le bota la comida que probablemente llegó a la mesa con mucho esfuerzo. La segunda razón de la mujer es también descorazonadora: “Cuando era pequeña a mí me amarraban a un palo en el sol”. Cuando ella era niña no había vecinos con celular para grabar video y traer a los medios, así que nunca debió llegar la policía a desamarrarla de ese palo bajo el sol.
El periodista, entonces, le pregunta a la mujer si está arrepentida. Qué importa esta historia de maltrato, lo importante es que ella, como una buena madre cristiana, acepte su culpa y se arrepienta. Las preguntas importantes quedan en el aire sin que nadie las diga: ¿Por qué no hay nadie que ayude a esta mujer a cuidar a su hijo? ¿Dónde está la familia, el padre, el Estado? ¿Por qué toda la responsabilidad recae en una mujer en una situación que es claramente difícil? La mujer llora. Empieza a contestar las preguntas tácitas: “He luchado por tres niños yo sola”. “El papá simplemente lo que quiere es que yo vuelva con él, él me da plata pero si estoy con él, y yo no quiero eso, si me ayuda que me ayude por mis hijos, no que yo me tenga que acostar con él para poderme yo ganar lo que me va a dar.” El video hace fade a negro. Ya podemos perder el interés, porque la mujer lloró frente a nosotros para probar su arrepentimiento.
No hay más videos. Es el final de la historia. No se hará viral en redes sociales el video del padre que llora arrepentido por haber dejado en esta circunstancia a la madre de sus hijos y a sus hijos. Los vecinos no llamarán a la policía para acusarlo por abandono, violencia sexual, violencia económica, no importa que el testimonio de la víctima esté en video para probarlo. Nadie comenzará un programa de apoyo para madres cabeza de familia en ese barrio. El contexto, el problema estructural, no nos incumben. A nosotros solo nos toca señalar, desde nuestra superioridad moral, que la exclusividad de la culpa y la responsabilidad la tienen ellas: las malas madres.
@Catalinapordios