En las dos producciones anteriores de Paco León, Carmina o Revienta (2012) y Carmina y Amén (2014), el director español explora temas de familia a través del humor, haciendo reír y llorar al público. En Kiki, el amor se hace se concentra en cuestión de amor y sexo, explorando las fantasías más inusitadas, enunciadas a partir de una sofisticada nomenclatura etimológica que convierte la supuesta anomalía en algo perfectamente normal y válido.

Si bien los argumentos relacionados con el fetichismo sexual le llegan a todo el público, sobre todo cuando es manejado con la comicidad que caracteriza a este director, la cinta no deja de incomodar a muchos por su tono exagerado y por incurrir en territorios inexplorados, que algunos consideran patológicos o tema tabú.

En esta época en que tratamos de ser más tolerantes con la diversidad, y cuando los patrones de normalidad se hacen más amplios, concediendo estatus de legalidad a ciertas desviaciones, esta película puede considerarse más seria y dramática de lo que parece (o tal vez más humana).

El filme consta de cinco historias que transcurren durante un verano madrileño, y aunque algunas resultan más convincentes que otras, cada una hace referencia a una parafilia o manera alternativa o atípica de conseguir placer. Para cada caso hay una definición que antecede el capítulo, como dacrifilia, elifilia, somnofilia y harpaxofilia.

Aunque algunas de las historias resulten recargadas o se prolonguen un poco más de la cuenta, el mensaje deja claro que los problemas que aquejan las relaciones se resolverían más fácilmente si les quitáramos el misterio y supiéramos integrarlos al día a día de la pareja, sin tratar de encubrirlos ni avergonzarnos.

La espontaneidad de los personajes y la manera resuelta como se desenlaza cada situación, le da credibilidad a las historias. En el reparto cuenta con nombres como Alexandra Jiménez, Belén Cuesta, Alex García, Natalia de Molina, Luis Callejo, el mismo Paco León y Candela Peña, nominada al Goya como Mejor Actriz de Reparto, entre otros.

León se inspira en la película australiana The Little Death, de Josh Lawson, realizada en 2014, que trata el mismo tema, pero lo modifica con toques muy propios y muy costumbristas con el típico humor español.

Si los escritores colombianos llevan el estigma de la influencia de García Márquez, los cineastas españoles lo tienen con Almodóvar; por supuesto León es uno de los que se miran bajo este lente. Sin embargo, a pesar de que la cinta pueda tener muchos elementos del cine de Almodóvar, el director ha marcado ya un estilo propio con sus seguidores y detractores.

Para algunos espectadores la película puede ser simplemente un momento de diversión, pero quienes la analicen con más detenimiento podrán encontrar un mensaje que va más allá, que se sumerge en el complejo universo del amor y la sexualidad, abriendo posibilidades más amplias a esa permanente lucha por la consecución del placer y la felicidad.