Ernesto Lecuona, virtuoso pianista cubano, es, para la historia, uno de los más geniales compositores de la América Latina.

Lecuona creó 176 piezas para piano y 53 para teatro, entre zarzuelas, revistas, operetas y una ópera. Hizo 31 partituras orquestales, 6 composiciones para piano y orquesta, tres obras para violín, un trío, 5 ballets y once bandas sonoras para el cine.

Famosas agrupaciones norteamericanas, como la de Glenn Miller o Artie Shaw y la de los hermanos Tommy y Jimmy Dorsey, grabaron canciones de Lecuona, aunque nadie lo interpretó con el sentimiento de su compatriota, el imaginativo Arturo Chico O’Farrill y su orquesta afrocubana.

Ernesto Lecuona Casado nació de padres españoles en Guanabacoa, Cuba, el 6 de agosto de 1895. A sus cinco años era un niño prodigio que componía su primera canción. Ernestina Lecuona, su hermana, fue su primera maestra.

A los 17, Ernesto interpretó La comparsa por vez primera ante un nutrido público de Matanzas. Su compatriota, el reconocido musicólogo Odilio Urfé, estaba allí y escribió sobre su interpretación: “con ella, el piano cubano queda instaurado, representativa y dignamente, en la literatura pianística de connotación universal”.

Varias de sus composiciones fueron nominadas al Oscar que se entrega a la mejor canción original. Una, Estás en mi corazón (Always in my heart) no obtuvo en 1942 la estatuilla pero fue la canción más popular del año.

Compositor triétnico, Lecuona conjugaba musicalmente lo primitivo con lo culto. Intérprete de clásicos como Liszt y Chopin, supo incorporar la cubanía y llevar la marginada música de raíces negras a las salas de concierto.

Poseía unas manos enormes Lecuona, como enorme fue la música que produjo con ellas. Su talento creativo resultó influenciado por el ambiente afro de santería que respiraba su pequeña ciudad y que se reflejó en piezas suyas como Danza negra, Danza de los Ñáñigos, Danza Lucumí y Tabú, por ejemplo. “Hacemos esta música porque la sentimos”, decía Lecuona. “Porque está en el pueblo, porque se oye bien”.

Sus sabrosas congas recogen el arte popular de los congos africanos y suenan en las tumbadoras, los quintos, los cencerros, las rejas de arado, las sartenes, las campanas y el bombo. El hombre no dejó de incluir trombones ni saxos, ni la sarcástica corneta china de la zona santiaguera.

Identidad hay, de igual modo, en la música que Lecuona compuso, inspirándose en la voz de pregoneros como el vendedor de maní o de dulces. Escribió 406 canciones, de las cuales entregó algunas a figuras como Beny Moré y Barbarito Díez.

A principios de los años treinta, Lecuona era tan famoso que aceptó conformar una orquesta bajo su dirección, pero apenas pudo trabajar en ello porque enfermó y debió ser reemplazado como director por uno de sus músicos, el también pianista Armando Orefiche. La orquesta, no obstante, se continuó llamando siempre los Lecuona Cuban Boys.

En La Cueva en el aire, vida y obra de Ernesto Lecuona este sábado a las 10 am en 94.1 Uniaútónoma FM, con repetición el domingo a las 8 pm. Ah, y el mismo domingo, pero a las 8 am por ABC en los 1.250 de AM.