La guerra también ha afectado el lenguaje de los colombianos y ha establecido un diccionario nacional que igualó a todas las etnias y culturas, cuando se trata de hablar sobre masacres, crímenes, violaciones, enfrentamientos armados, desplazamientos, civiles armados de toda laya y demás componentes de la confrontación permanente y severa de más de 100 años. También incluye, y cómo no, la corrupción urbi et orbe en el país, que va de gancho con eso de resolver a tiros lo que bien podría solucionarse con la palabra.
En ese proceso hemos abortado el significado real de las palabras y más bien las vamos acuñando como términos nuevos que desfiguran para siempre su sentido original, como por ejemplo, la palabra mermelada. Aunque nunca fui amante del dulce, sin embargo esa palabra me evocaba unos olores exquisitos, unos colores intensos y unas texturas untuosas percibidas por el paladar en sabores únicos. También me traía el video completo de desayunos espectaculares de domingo con amigos, pan fresco, café caliente y mantequilla. O venía a mi mente la imagen de la niñez, cuando nos acabábamos el tarro de mermelada a cucharaditas entre un combo de primos, reunidos por la feliz circunstancia de las vacaciones. Más de una vez di pata en busca de mermelada de higos o persiguiendo una de naranja para complacer a mi papá, cuando nada se importaba y consumíamos solo nuestros productos.
Y de repente, saltó la palabra mermelada como sinónimo de soborno, chantaje, suciedad política, indignidad de congresistas, magistrados, alcaldes, gobernadores y de ahí para abajo cuanto funcionario de todas las ramas del poder existen, como resultado del reparto milimétrico de la institucionalidad y la inversión entre la clase política. Valga aclarar que no es práctica nueva y es parte del sólido sistema de desigualdad imperante. Pero la palabra caló y hoy todo se resuelve en redes sociales y medios con ella, cuando quieren indicar que hubo compra de conciencias, de respaldo político o neutralización de opositores a los planes del Gobierno.
Y como mermelada hay otras voces secuestradas y mal interpretadas, como democrático, seguridad y tantas otras que perdieron su significado original para convertirse en dimes y diretes. Así, cuando escucho o leo el término mermelada percibo un olor nauseabundo, un color negruzco, una consistencia pegajosa y un sabor amargo, muy amargo porque compruebo que nada ha cambiado realmente y que las urgentes modificaciones que necesita el país las han enganchado al proceso de paz con las Farc, negando de plano que deben ser hechas con paz o sin ella, porque son la raíz profunda del conflicto. Y como colofón, la Resistencia Civil, que personificó Gandhi contra el opresor inglés, ahora la convierten en forma agresiva de oponerse a la paz, cuando sabemos que solo la habrá si los colombianos aceptamos o no esos acuerdos.
losalcas@hotmail.com