Una foto de octubre pasado de The New York Times en la frontera entre Rusia y Noruega refleja el drama de los refugiados sirios: ya no solo se arriesgan por el mar Mediterráneo para llegar a Europa. Ahora también lo hacen en bicicleta por el Círculo Polar Ártico. Decenas de bicicletas y triciclos apilados a la vera de una carretera son la nueva huella de la diáspora siria y también de afganos e iraquíes.

Por eso el secretario general de la ONU Ban Ki-moon acaba de salir en tono de súplica a pedir a los países desarrollados a que den cobijo a medio millón de refugiados sirios en los próximos tres años, que es como buscar un nuevo hogar a todos los habitantes de Santa Marta. De esa magnitud es este problema que hoy los países desarrollados, que se han aliado para intervenir en el conflicto sirio, se resisten a ayudar a solucionar dentro de sus fronteras.

Pero la cruzada del Secretario se enfrenta a una coyuntura compleja. La crisis humanitaria se da cuando los radicales yihadistas, las células de Isis, arrecian sus ataques en Europa como acaba de ocurrir en Bruselas y como pasó en noviembre en París, lo cual ha despertado fuertes resistencias de políticos y de sectores de la sociedad que se oponen a tenerlos como vecinos de barrio.

El más reciente informe de la ONG permite entender la angustia de Ban Ki-moon: solo tres de los países más ricos, Canadá, Alemania y Noruega, han aceptado refugiados más allá de la cuota en proporción del tamaño de su economía, mientras que Australia, Finlandia, Islandia, Suecia y Nueva Zelanda acogieron la mitad de los que debían recibir. Otros como Francia, EEUU y Holanda están lejos de cumplir sus compromisos de ofrecer rutas legales y seguras a una mayor cantidad de sirios y de aumentar las admisiones de refugiados.

Esto contrasta con el esfuerzo de los vecinos, como Líbano, que acogió a más de un millón de personas; Turquía, más de 2,7 millones, y Jordania, más de 600.000. Pero en el vecindario el problema es que el 90% de los refugiados viven en condiciones de pobreza. Eso explica que muchos prefieran Europa.

Los ruegos de la ONU y del Papa a los países ricos han quedado en medio del peor de los mundos con el riesgo de caer en el vacío: unos países europeos que se resisten a abrirles las puertas a los refugiados por temor a que se filtren terroristas, y uno fanáticos de Isis que ponen bombas en los trenes y aeropuertos de Europa para reclutar más aliados. Entre tanto, Occidente se radicaliza, Putin marca 80% de aceptación en su país, y en Estados Unidos un demagogo estrella de reality de TV habla de construir muros en la frontera de EEUU con México.

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