Este mes se celebra la Semana Santa, que es la conmemoración anual cristiana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

Tengo especial afición a la lectura de autores europeos, porque, al fin de cuentas, como dijo Octavio Paz, somos unos hijos excéntricos de Occidente. Todo lo que creemos, nuestro sentido de la vida, nuestras formas de gobierno, nuestro modo de vestir, y hasta el fútbol, nos llegó de Europa.

Últimamente me ha llamado mucho la atención la gran cantidad de físicos, biólogos, filósofos y cientistas sociales europeos que plantean la posibilidad de que en las sociedades del futuro la gente deje de creer en Dios.

El alemán Christian Welzel, creador del conocido mapa cultural de la humanidad, después de recoger datos durante más de 20 años, concluyó que cuando mejoran los niveles de vida, los países se alejan de la religión. Las personas se orientan hacia valores racionales y seculares como, por ejemplo, más tolerancia al divorcio, al matrimonio de personas del mismo sexo; crece la preocupación por el medioambiente, los derechos de la mujeres y de las minorías, y una serie de valores emancipatorios, en los que las personas demandan más justicia, más igualdad y libertad. Welzel presenta datos de países europeos donde casi la mitad de las personas se declaran no creyentes de ninguna religión.

El intelectual y filósofo inglés A.C. Grayling, a quienes muchos denominan “el quinto jinete del nuevo ateísmo”, plantea que la religión será remplazada por el humanismo: “Si comprendes que existe un fin, que la muerte es el fin, entonces el foco de tu acción y tu pensamiento se centrará en el presente, en la vida que estás viviendo, y no en qué pasará después”. Y visualiza un futuro donde las mezquitas y catedrales se vuelven museos, para recordar la importancia de las civilizaciones religiosas en el camino del hombre hacia algo más racional y humanista.

Soy muy respetuoso de todas las creencias religiosas. Hace algún tiempo, el actual gobernador, Eduardo Verano, circuló un artículo cuyo título era “¿Cuál es la mejor religión?” Y su conclusión es que la mejor religión es la que te hace sentir bien y la que te hace mejor persona. Comparto plenamente esa conclusión.

A pesar de vivir geográficamente más juntos en las ciudades, hoy las personas se sienten más solas. Las religiones son de las pocas instituciones que generan cohesión; son de los pocos espacios donde nos reunimos como comunidad; donde los católicos damos el saludo de la paz a personas desconocidas; lo damos con afecto, sin prevención, sin miedos. Y nos sentimos mejores personas.

Hay una campaña publicitaria que consiste en la foto de un niño sonriendo, rodeado de rótulos: “niño católico”, “niño musulmán”, “niño hindú”, y el lema: “Por favor, no me etiqueten”. Quizás en el futuro habrá una sola religión o podremos llegar al ateísmo global. ¿Qué piensa Ud., señor lector?

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