Hay quienes, por no vivir en Barranquilla y desconocerla por completo, se imaginan que esta ciudad es un antro de ‘mercachifles’, sin ninguna cultura, cuyas únicas diversiones son los carnavales, los reinados de belleza, los té-canasta y el whisky el ‘gordolobo’. No vayan a contarles que aquí funcionan dos universidades, un Museo Etnológico, una Escuela de Bellas Artes; que abundan los conciertos y las conferencias de divulgación cultural. No les creerán, pues, todo eso, para ellos, resulta sencillamente imposible en la capital del Atlántico.
Hay que tener cierta indulgencia con esos escépticos de fuera: no saben nada de Barranquilla, porque no la conocen. Pero hay otros escépticos, más bien amargados y resentidos, nacidos o residentes en Barranquilla, que no cesan de ‘denunciar’ la falta de cultura de esta ciudad, aunque, como ha ocurrido en estos últimos tiempos, abunden las manifestaciones culturales de toda clase, hasta llegar, a veces, a sucederse durante varios días seguidos, conciertos y conferencias, bailes folklóricos y exposiciones, etc. Frente a esos escépticos ‘de casa’, que generalmente no asisten ni a conciertos ni a conferencias, por mucho que se les invite, no cabe sentir ni indulgencia ni desprecio, sino compasión y paciencia.
Sobre todo hay que seguir desmintiendo sus especies desorientadoras, con hechos reales y concretos.
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Entre tales hechos reales y concretos se pueden contar con satisfacción los conciertos de Bernard Flavigny, Myriam Funari, Verdeguer- Roots, Concursos de Villancicos, Concierto de Música Sacra, Lewkowicz Roots, Kuehne- Bolduc, Exposición de Jardinería, sin contar con un gran número de conferencias y disertaciones culturales de variada índole.
Pero no basta con enumerar conciertos y conferencias: hay que hacer resaltar el hecho nuevo y esperanzador de que esas manifestaciones culturales cuentan ahora con un público numeroso y entusiasta, que contrasta con los poquísimos amantes de la cultura que solían encontrarse, hace apenas unos años, en las salas de conciertos y en las aulas universitarias. En tal sentido ha sido particularmente aleccionador el recital de canto del joven tenor Vicenzo Sanseviero, que acaba de deleitarnos. Más de un millar de personas acudió al Teatro de Bellas Artes, para oírlo, teniendo que volverse unos doscientos a sus casas, por la imposibilidad material de conseguir no ya ningún asiento, sino algún pequeño hueco donde poder mantenerse de pie siquiera. Abarrotada la sala de un público fervoroso y agradecido, el concierto fue, como nunca, un brillante mentís dado a los escépticos, amargados y resentidos, de dentro y de fuera.