Barranquillero que baila arrebatao. Con ese título, Fruko dedicó una descriptiva pieza musical en la que cuenta, pondera y explica el bailar de los barranquilleros. Y es que bailar es un acto tan importante, que hacerlo es quizás la actividad física más placentera que se puede disfrutar con la ropa puesta.

La danza y el baile son conocidos y exaltados desde que existimos y han sido siempre una manifestación primaria y básica de las distintas civilizaciones a lo largo del tiempo. Desde la danza de las tribus primitivas no identificadas hasta las bailaoras andaluzas del cante hondo, tienen un significado y representan una cultura. Casi siempre encontraremos un grupo selecto de bailadores que se convierten en los representativos del grupo danzante, pero esos son una minoría que descuella y con perfección ejecuta los pasos sofisticados, autóctonos o de avanzada. El resto bailamos como podemos tratando de ser rítmicos y luego aportar nuestro espíritu para ser consonantes con nuestra pareja o, al menos, con el bajo de la melodía.

Todo lo anterior se convierte en carreta cuando de verdad tenemos la oportunidad de bailar. Si hemos tenido la suerte de oír y vivir desde chiquitos música caliente, si llevamos en la sangre genes bailadores y si, además, nuestra área o región cultiva preferencialmente bailes acogedores, estamos, o por lo menos nos sentimos, en nuestro derecho de creernos los mejores danzarines de la historia.

Qué sabroso es bailar, qué bien nos sentimos cuando lo hacemos, es una etapa que muchos necesitan para “relacionarse”, que resulta en cositas chéveres cuando el acople de la danza se traduce en el ‘cóncavo y convexo’ de Roberto Carlos. Cuando pasa lo contrario y no hemos contado con el chance de vivir la bailada nos damos contra la pared o contra el espejo. Vemos fulgurantes personajes – Bailando con las estrellas– a las que se les nota de lejos la falencia músico-bailadora que impera en sus movimientos.

A lo que voy: en la Costa Caribe, y en Barranquilla en particular, disfrutamos integralmente el baile, lo llevamos en la sangre, en los músculos y en el corazón. Vibramos ante un son, merengue, porro, salsa o guaguancó y nos amacizamos entusiasmados con un bolero pegajoso. Por eso me emociono y envidio, de la buena envidia, cuando veo bailando a nuestras reinas del Carnaval.

A la reina del Carnaval se le exige que baile, incansable y sobradamente, como la mejor y estamos acostumbrados a eso… Nunca he visto algo distinto en las diferentes dinastías de reinas que hemos conocido pero el estilo, la creatividad, el ritmo y los pases de nuestra reina actual de verdad que están sobrados en su ejecución. Soy un barranquillero entusiasmao, embelesao, apasionao, acalorao, y sobre todo arrebatao con la actuación de nuestra Marcela, la felicito y excuso desde aquí a los tontos envarillados que, sin saber lo que dicen, le critican no sé qué. Lo demás es envidia, de la mala.

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