Esta era una de las tesis que sostenía Juan Jacobo Rousseau, uno de los padres de los derechos del hombre. ¿Será que nacemos buenos y de acuerdo a la historia de vida que nos corresponda nos convertimos en seres malos? La ciencia, desde hace varias décadas, busca respuestas a este interrogante: ¿cómo es que personas buenas pueden acabar cometiendo actos de violencia inimaginables? ¿Qué es lo que lleva a perpetrar conductas de incalculable maldad?
Somos seres instintivos y, como tal, estamos biológicamente diseñados para conservarnos como especie, por lo tanto, de alguna manera, la conducta pro social está impresa en nuestro cerebro, pero a la vez necesitamos sobrevivir, y cualquier percepción de amenaza tiene el potencial de desencadenar una alerta en el área instintiva diseñada para defendernos.
Entonces, ¿de qué depende? Algunas de las respuestas que la ciencia ha logrado entregar yacen en el cerebro, en esas áreas que nos han permitido construir comunidad a lo largo de nuestra historia evolutiva. La conducta pro social nos permite construir lazos sociales firmes y está cimentada sobre el comportamiento altruista, la ética común, la empatía y las buenas acciones; esta conducta requiere de áreas corticales especializadas en el manejo de información relacionada con esta conducta. Depende del entorno donde se estimule o no este tipo de comportamiento, dirigido hacia el bien común. En un entorno donde la ética y la consideración por los más débiles es prioridad, la conducta pro social se hace más firme, protegiendo a la sociedad de conductas agresivas y destructivas. Si una persona está en un ambiente protegido donde se fomenta el ser altruista y solidario, esta persona aprenderá comportamiento pro social y generara estas conexiones corticales protectoras. Desafortunadamente si llegase a sufrir de una patología severa, el reto de lograr una conducta pro social será mucho más grande.
Lo que sí es seguro es que tener un alto sentido ético y una fuerte empatía hacia los otros genera bienestar y comportamiento pro social. Realizar actos de bondad y actuar de acuerdo a las normas sociales comunes es una excelente manera de comenzar a fortalecer la bondad en los seres humanos. Este tipo de comportamiento protege de los comportamientos desadaptativos, cuidando no solo a los individuos, sino a toda la sociedad.
Cuando somos capaces de mantener una actitud permanente de reconocimiento al otro como un ser humano con las mismas características nuestras y con los mismos miedos y sufrimientos, nos convertimos en mejores personas. Se trata de ser más felices, y la felicidad está ligada con el altruismo, con la ética, con las buenas acciones y con el comportamiento equitativo.
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