En una reciente reunión con un alto ejecutivo colombiano que conoce muy bien el departamento del Atlántico, este me soltó la siguiente pregunta: ¿Por qué Barranquilla no adopta a Soledad y a Malambo, ciudades dormitorio de muchos trabajadores y trabajadoras que laboran diariamente en la capital del Atlántico? Esa reflexión vino como resultado de una discusión sobre un reciente estudio del CiSoe, institución que presido, para la Secretaría de Mujer y Género de la Gobernación del Atlántico.

La investigación estuvo dirigida a otro tema, la necesidad de Pilares de Cuidado para apoyar a las mujeres de programas de la Gobernación dirigidos a mejorar su capacidad productiva y su autonomía. Pero en el proceso se estudiaron indicadores de 5 municipios del Departamento y se compararon algunos indicadores con los de Barranquilla. La sorpresa radica en que municipios tan cercanos a la capital del Departamento, conectados por buenas vías, muestran indicadores sociales y económicos increíblemente bajos, comparados con la capital del Atlántico. Y no se trata de diferencias menores sino de cifras que duplican las de la capital cuando de problemas se trata.

A raíz de esta discusión, nació la forma como Barranquilla mira a sus municipios, no ahora cuando probablemente se está realizando un trabajo mucho mejor, sino desde siempre, creando diferencias en calidad de vida, en oportunidades para la juventud de estos pueblos vecinos, que terminan afectando la vida y seguridad de la población de la capital del Departamento.

Aunque no es tema del estudio pero sí del debate con mi interlocutor, salió a la luz la situación política de Soledad y las consecuencias que esta realidad ha tenido sobre el bienestar de su población, que parece vivir lejos de Barranquilla. Es increíble, pero un departamento dominado por pocos clanes políticos, algunos de los cuales ya no necesitarían presentarse a elecciones porque con un voto ganan –como es el caso de Char en Barranquilla– solo miran a Soledad cuando de poner fichas que les den votos se trata. Sigue siendo un pueblo pobre, donde no se nota el progreso y abatido permanentemente por los escándalos políticos. Aunque en Malambo la política es menos escandalosa, la verdad es que este municipio no se comporta como una comunidad muy cercana a una ciudad que se proclama como la gran ganadora de la apertura comercial.

La sugerencia de adoptar a Soledad y a Malambo –no en lo político, porque como en todos los municipios del Departamento son simplemente explotados por los gamonales del Atlántico– surge a raíz de los graves problemas que en las localidades de este Departamento se han detectado en su población joven. A partir de los primeros cursos de bachillerato abandonan los estudios y se dedican a tratar de ganar dinero para ellos y sus familias, con altísimos niveles de pobreza. Algunas de estas actividades son lícitas, como el transporte en moto, pero muchas otras pueden llegar a ser ilícitas.

Lo que la dirigencia barranquillera no ve es que ese futuro gris que percibe esta juventud los lleva a la capital, pero sin la mínima preparación para vincularse al trabajo formal de esta ‘ciudad pujante’. Su destino final puede ser muy triste individualmente, pero trágico para seguir considerando a Barranquilla como la última coca-cola del desierto, que no se atreve a asociar sus problemas serios, que los tiene –la informalidad laboral y la inseguridad ciudadana– y que podrían explicarse en algún grado por las precarias condiciones de sus municipios. Les sale más barato adoptarlos.

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