Hablar de un thriller psicológico relacionado con la pérdida de memoria recuerda inmediatamente la extraordinaria película Memento, dirigida por Christopher Nolan en el año 2000, donde un hombre se vale de un extraño sistema de notas para resolver el crimen cometido contra su esposa. Convertida ya en un clásico sobre el tema, resulta muy difícil de superar.

En No confíes en nadie, la protagonista es una mujer, la escritora Christine Lucas (Nicole Kidman), quien se levanta todas las mañanas sin saber quién es; sufre de amnesia psicogénica, un extraño trastorno del funcionamiento de la memoria donde la persona no puede recuperar la información acumulada con anterioridad. Christine cree que aún tiene 25 años, y muchas cosas por decidir; no reconoce su casa ni al hombre que duerme a su lado, pero Ben (Colin Firth) le recuerda a partir de fotos colocadas en la pared, que ya está en los cuarenta y está casada con él. También le menciona que hubo un accidente hace 13 años, el cual le ocasionó su actual padecimiento.

Christine se vale de pequeñas notas y fotografías para ubicarse día a día, dependiendo totalmente de la información que su esposo con extrema devoción le proporciona. Sin embargo las cosas empiezan a cambiar cuando aparece un neuro-psicólogo, el Doctor Nash (Mark Strong), quien se interesa en su caso, y empieza a utilizar técnicas poco convencionales basadas en videos para ayudarla a acumular información suficiente con miras a recordar y descubrir los extraños acontecimientos que la llevaron a este estado.

Basada en el famoso best seller de S. J. Watson que lleva el mismo título de la película en inglés, Before I Go to Sleep, la cinta se sostiene por el excelente elenco que la conforma, manteniendo el misterio y el suspenso que el caso amerita, a pesar de algunos intrincados y predecibles cambios que se producen hacia la segunda parte de la misma.

El director, Rowan Joffe, también responsable del guion, se toma algunas libertades con respecto a la narración original, y nos presenta una historia que no transcurre de manera lineal, mezclando pasado y presente. La ubicación geográfica, una casa solitaria en las afueras de Londres donde nunca parece que dejara de llover, contribuye al ambiente misterioso que rodea el caso.

La película cuenta con algunas sutilezas que nos atrapan. Nicole Kidman logra transmitirnos el estado de angustia que acapara a Christine, su vulnerabilidad y su fragilidad, dependiendo totalmente de los dos personajes que la cuidan, su marido y el psicólogo, en quienes no sabemos si se puede o no confiar.

A medida que la historia avanza y se van produciendo algunos cambios, nuestras lealtades se van cuestionando a la manera de lo que sucede con Gone Girl (2014) de David Fincher, proporcionando el elemento sorpresa de la película, que aunque no nos deja plenamente satisfechos, nos proporciona dos horas de entretenimiento y suspenso.