Durante la inducción de primer semestre en la Universidad de la Sabana pusieron dinámicas de debates a favor y en contra de la homosexualidad. Preguntaron quién defendería la posición favorable y levanté la mano. Ellos observaban y tomaban apuntes. Con el tiempo descubrí que es una manera de conocer qué tenían los estudiantes en la cabeza. Una especie de inteligencia ideológica.

Cuando consideré que la profesora Clemencia cometió una injusticia y me levanté en clase con el reglamento de la universidad en la mano, dijeron que yo me había equivocado, que debía irme a la Universidad Nacional. De aprendizaje me quedó claro que meterse con una vaca sagrada del Opus Dei es un problema.

Nos obligaban, lista en mano, a participar en conferencias adoctrinantes sobre el pecado que significaba usar preservativos y anticonceptivos, incluso dentro del matrimonio. Sostenían con firmeza que “las relaciones sexuales solo eran para procrear”

La directora del programa era una señora intimidante, que me citaba en su oficina, con esos cuadros truculentos de Josemaría Escrivá de Balaguer inspeccionándome, escudriñándome, y la muy arbitraria me daba lecciones morales sobre mi vida personal. Recuerdo que me sentó en una silla, puso sobre el escritorio una carpeta a la que le llamaban “el semáforo” y empezó a darme vueltas como un tiburón en caza. La presión era inmanejable. Había acoso hasta el punto que desaparecieron algunas de mis calificaciones del sistema.

Resistí varios años. Sin embargo, en séptimo semestre me fui de la Sabana por pena. Me imaginé en mi vida profesional adulta diciendo de qué universidad me había graduado y sospeché la vergüenza. Jamás regresé.

Hoy, frente al absurdo comunicado de la Universidad de la Sabana que descalifica a los homosexuales de manera prejuiciosa, desconociendo todo avance en la ciencia, como si se tratara de un colegio de garaje, anacrónico y sectario, me pregunto cómo es que funciona semejante patraña. En realidad es un hueco elitista de la ultraderecha católica disfrazado de universidad.

El DSM es un manual que sirve para que los profesionales de salud mental no actúen como culebreros. Se revisa regularmente y se ajusta. La versión actual es el DSM5. La homosexualidad dejó de ser enfermedad en la actualización del DSM3 en 1973. A la Sabana poco le importó, sacrificó la seriedad académica por seguir abrazando, antorcha en mano, las ideas de un tipo que era santo en la tierra, o algo así.

Los argumentos que presentaron a la Corte Constitucional no solo son mentirosos, sino que representan una burla para la inteligencia de los magistrados. Muchas gracias por su opinión ideológica, Universidad de la Sabana, pueden darla, pero no la disfracen de concepto académico poniéndose al lado de otras universidades serias que tiene el país. Pueden seguir creyendo que los homosexuales se quemarán en la quinta paila del infierno que ustedes sostienen, pero no usen el tono científico para mimetizar su fundamentalismo.

Claro que discriminan, y claro que a nadie le sorprende que justo sea allí donde empezaron a verse los primeros atisbos de matoneo a los estudiantes becados de Ser Pilo Paga. En la Sabana no gustan de los pobres. Eso también lo vi.

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