Hey, un combo de bacanes me dijo Bró, ponle sabor, estás muy ladrilludo tirando por encima de las 90 millas, déjale eso a los grandes ligas que ya empezó la Serie Mundial, tira mejor pelota chata para el otro vacile, el terapéutico. Y yo les respondí, muchá, lo que pasa es que la realidad acosa más que los cobradiario y uno tiene que estar penmuela de lo que sucede alrededor para que no te agarren con los mangos bajitos. La ecuación está inclinada hacia la autodestrucción y todos tenemos que dar el grito de alerta. Una petición de esta naturaleza es como decirle a un deprimido lo peor que se le puede pedir: pon de tu parte. ¿De dónde?, les pregunto, si una persona en esas condiciones lo que quiere es desaparecer.

Pero tienen razón. Hay que volver desde las cenizas como el guacamayo, que es real y con un plumaje multicolor, porque el Ave Fénix es puro mito. Sí se puede renacer después del dolor y con bastante color si se trabaja en el espíritu, entendido este como la unión de todas las inteligencias al servicio del ser humano, porque la palomita que se deposita en la cabeza nada que ver. Es lo que algunos llaman resiliencia, esa capacidad para entender que seguimos vivos y que nos quedan dos opciones: sucumbimos ante el dolor y nos morimos mental o físicamente, o hacemos de ese dolor un acto de dignidad que es absolutamente sanador, más que mil pastillas.

¿Cómo se resilia, cómo se trabaja el espíritu? Usando el cerebro en su totalidad, o sea, poniendo a funcionar las inteligencias múltiples. Toda persona tiene en promedio unas 8 inteligencias en mayor o menor proporción, incluso los discapacitados tienen alguna, la mayoría de esas habilidades son subutilizadas y por eso muchos se sienten sin recursos para llevar su vida. Los momentos de crisis son los más adecuados para empezar a desplegarlas. Donde hay crisis hay movimiento, hay contradicción, hay vida, una posibilidad de hacer algo, aquello que la pastilla no puede lograr una vez ha calmado los síntomas, lo que llena ese vacío que se siente cuando la persona mejora y se pregunta qué va a hacer con su vida en adelante. Es el momento de hacerlo consciente de esas herramientas que tiene para su curación y explicarle cómo funcionan. Ante todo, la inteligencia intrapsíquica, esa que le muestra quién es, dónde está y para dónde va. No hay forma de huir de la realidad, excepto la psicosis o la muerte, por supuesto, por tanto, por duro que resulte al principio hay que amar al dolor, hay que llorarlo otra vez por última vez para ponerlo en una distancia digna que permita el desenvolvimiento de la vida, pues, sin este primer paso el guacamayo no puede desplegar su plumaje variopinto, su inteligencia policromática.

A mí me enseñaron que por muy dañado que esté un cerebro, orgánica o psicológicamente, siempre hay una ventana para la entrada de nuevo conocimiento, algo que compruebo a diario aun en discapacitados, y es por eso que creo que toda persona puede llegar a un punto de equilibrio emocional a través de un proceso de psicoeducación en el cual aprenda a conocer dónde le duele, cómo le duele y por qué le duele. Es la única forma de sanar.

Ajá, muchá, ¿le puse sabor o no? Majomeno.

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