Con lo sucedido a la Selección Colombia de fútbol en el Mundial de Brasil no creo que quede alguien en este país que no haya entendido lo que quiso decir Francisco Maturana al pronunciar la famosa frase sobre las ganancias en las pérdidas y que fue motivo de burla a nivel nacional. La selección nacional perdió con Brasil y nuestros muchachos salieron gananciosos del Mundial, ganaron muchísimo. Brasil nos ganó con el antifútbol y salió por la puerta de atrás en el más estruendoso fracaso de su historia. Cuánta razón sigue teniendo con su frase el técnico colombiano que les puso los pantalones largos a nuestros futbolistas y les hizo creer en ellos mismos.
Antes del partido con Brasil mi sueño era que les íbamos a ganar en su propio estadio porque ese equipo, con el respeto que me merece su tradición, era un circo futbolero y no tenía con qué ganarnos. Yo decía llegó el gran día, este es el partido más importante para la historia del fútbol brasilero y colombiano, se enfrentan el samba y la cumbia, cipote partido. Y los cumbiamberos entraron a la cancha con todos los hierros, presionándolos en su campo para recuperar el balón y soltar su cadencia. Cuando Brasil respondió a nuestra iniciativa el mundo futbolero se estremeció, hey, los brasileros no están bailando un samba sino capoeira, o sea, patadas y patadas y patadas, eche, qué vaina barro. Fue un momento psicológico trascendente que determinó el resto del partido porque contó con la complacencia de un árbitro que no respondió a su deber mínimo como administrador de justicia en el campo, el cual es proteger el talento y la habilidad y, por el contrario, fue permisivo hasta donde pudo con el proceso de demolición de los brasileros contra el físico de los colombianos porque ellos no tenían fútbol suficiente para ganarnos en franca lid. De hecho, no nos ganaron, el partido terminó empatado porque el gol del Capitán América es válido, y eso se debió a que por encima de la sorpresa del antifútbol los colombianos siguieron bailando su ritmo en una demostración admirable de estatura mental para seguir creyendo e imponer su música en la alta competencia mundial. El partido entre Brasil y Colombia fue el entierro del jogo bonito y el samba, y el resurgimiento de la cumbia a un nivel de campanillas. Los nuestros tuvieron recibimiento de héroes, los brasileros fueron abucheados por sus torcedores. ¿Quién ganó?
Cuando se pierde con inteligencia se gana si se es lo suficientemente reflexivo y autocrítico para reconocer errores y virtudes, esto es una máxima de la vida, no una frase de Maturana. Por eso lo que viene ahora después de disiparse las nubes de la emoción es pensar qué vamos a hacer con este grupo de jugadores que tiene edad para dos mundiales. El país entero tiene la responsabilidad de protegerlos, a ellos y a las generaciones que vienen detrás empujando, buscando su cupo en la Selección Colombia de Fútbol.
Al enviar esta columna no se ha jugado el partido entre Holanda y Argentina, como suramericano me gustaría que ganaran los gauchos para que la zamba, danza nacional de los argentinos, sea capaz de enfrentar con altura esa marcha demoledora de la música alemana de finas partituras.
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